martes, 15 de diciembre de 2009

A ella ahora la escriben desde adentro

Mi amiga, mi cómplice en las palabras, prueba día con día el secreto más voluptuosamente carnal que llevamos oculto y latente en nuestro cuerpo. Ella aún no sabe, no puede saber ciertas cosas, y aunque yo se lo oculte, y aunque yo se lo cuente, no podrá saber nada hasta el día que se vuelva en sí mismo su universo.

No es que haya sido malo, ni horrendo, ni maravilloso tampoco. Es sólo que un instante comemos del fruto prohibido, y la verdad es revelada sin posibilidad de volver nunca más a la ignorancia.

Todo aquello es un recuerdo vago, es una historia que puedo repetir y que a veces me hace creer que la he memorizado artificialmente y que realmente no me sucedió absolutamente nada.

Pero mi cuerpo recuerda. Hay cicatrices que jalan la piel como la brida que me detiene en movimiento.

Nunca antes había sentido ciertamente lo que es la impotencia. Alguna lección se aprende sobre humildad, sobre abandonarse herida, vejada, desgarrada. Ninguna sabe hasta que llega su tiempo el culto en el que habremos de ser iniciadas. Un culto que demanda sacrificio de sangre y de pudor: probar con lágrimas que se puede descentralizar nuestro universo egocéntrico.

Ya no recuerdo bien lo que era la vida antes de todo, antes de que meticulosamente me unieran de nuevo, antes de inmolarme por la carne de mi seno.

Ella siente, y sueña y se inflama, y yo la envidio, no por su ignorancia de lo que está por venir, sino por la plenitud, porque sé que el día de hoy en sí misma abarca el universo, que el mundo se crea desde su vientre.

No me arrepiento de nada.

Nosotras, hermanas de sangre, en dolor y sangre hemos sido ungidas.

Nosotras somos las afortunadas.

martes, 29 de septiembre de 2009

These are a few of my favorite things

Cantaba la Novicia Rebelde que frente a la adversidad sólo había que pensar en las cosas favoritas para no sentirse tan mal. A mí me pasa una cosa rara con mis cosas favoritas que no sé si es lo que le pase a todo el mundo. Mi hermano por ejemplo, cuando éramos niños, siempre rentaba la misma película en Videocentro, el razonamiento era el siguiente: "Si ya sé que esta película me gusta, ¿para qué arriesgarme a rentar una película que nunca he visto y que no sé si me gustará?". Él tenía una fe ciega en sus cosas favoritas, en su presencia constante.

A mí nunca me han podido resguardar mis cosas favoritas de ese modo. Me pasa con las canciones, con las películas, con los libros. Para mí esas cosas favoritas van de la mano con un momento fugaz e irrepetible: las cosas favoritas son para guardarse, experiencias únicos que no han de repetirse nunca.

Me cuesta trabajo escuchar mis canciones favoritas: una vez de regreso de una fallida entrevista de trabajo se comenzaron a escuchar en el radio los primeros acordes de una oscura y preciada melodía: tuve que apagarlo entre fuertes sollozos de plañidera.

Mis cosas favoritas están guardadas como se resguarda un preciado nombre impronunciable: en algún sitio de la mente o del corazón se guarda la dolorosa astilla de un segundo perdido para siempre en el espacio.

¿Cómo explicarle a los compañeros anónimos de un elevador, por ejemplo, que no estoy allí en un viaje entre el sótano y el piso más alto, sino en la tarde lluviosa de mis trece años, tendida en las lozas frías de mi casa de infancia escuchando "While my guitar gently weeps" con unos enormes audífonos, sólo porque a alguien se le ocurrió poner de ambientación a The Beatles?

No, a mí no me hacen sentir mejor conjurar mis cosas favoritas, pero me hacen feliz sabiéndolas protegidas y encerradas en algún recóndito lugar del cuarto de atrás de la memoria.

miércoles, 8 de julio de 2009

Una multitud dispersa

Los últimos días han sido extraños, algunos buenos y algunos muy malos. Y hoy por la noche me enteré que La Gaceta de la UdeG publicó un par de poemas míos, de hecho hace tres gacetas. (Lunes 22 de junio 09, p. 12, Hora Cero)

En una de esas coincidencias del universo uno de los poemas que publicaron fue aquel que dice que"digo / que no llevamos dentro sino una multitud dispersa" y hoy más que nunca, tras el cansancio de explicar por enésima vez a una cabeza muy dura que el subjuntivo y el indicativo se usan, no de acuerdo a la realidad física de nuestro mundo, sino a lo que el hablante cree es la realidad y lo que quiere expresar; tras malas noches de insomnio y algunos desbalances químicos, me siento más que nunca como una multitud dispersa.

Así que en honor a esta dispersidad que soy esta noche escribo algunas ideas inconexas:

1. Mi querido señor Macaco, sí creo que con la edad uno se vuelve aburrido, y además idéatico y además bastante chochón. Uno de mis alter egos se levanta todas las mañanas esperando disfrutar a mi analista político radial en camino al trabajo. Mi idea de verdadero placer es dormir diez horas seguidas a partir de la hora en que solía cantar la familia Telerín y ocupan demasiadas horas de mi vida considerar el porcentaje de fibra de mi dieta.

2. Mi voyerismo ha alcanzado niveles alarmantes, leo demasiados blogs de conocidos y desconocidos con la fidelidad de quien religiosamente sigue las novelas del 2.

3. He perdido toda mi paciencia con una cierta persona que día a día me pregunta cerca de veinte preguntas sobre gramática además de brindarme las más condescendientes caras cada vez que pregunto si algo queda claro. ¿Cómo explicarle que el lenguaje es un organismo vivo, diabólico, contrario, caótico, bizarro, arbitrario y en constante evolución? Así que, querida estudiante que no manejas el suficiente español para leer esto, deja de hacerme caras porque no entiendes el por qué de algo que no tiene por qué.

4. Mi computadora está en las últimas. ¿A qué santo se le reza para alcanzar a respaldar mi información antes de perderla para siempre? ¿Hay alguien en el vaticano encargado de actualizar el santoral? Que alguien le pregunte cuál es el bueno porque creo estar jugando a la ruleta rusa de la información.

Y bueno, con permiso que ya se me pasó mi hora de dormir, y mañana no pinta tan bien pensando que tengo que explicar una vez más cuando se usan "lo que" y "lo cual" en español, y dudo que pueda salir del paso diciendole de una vez por todas que se usan solamente por que sí.

miércoles, 24 de junio de 2009

Llamarada de petate

Yo soy buena, pero buena para empezar proyectos, para entrar con todo, para hacer planes, para soñar despierta...

Pero me conozco bien, y sé que siempre me cuesta terminar las cosas. La parte saboteadora de mi mente lo sabe y se mofa, me dice que soy pura llamarada de petate, que soy fugaz, desobligada, irresponsable...

Me recuerda que a todo le entro y a nada me aplico, repite dichos y refranes para identificarme: "ajonjolí de todos los moles", "el que mucho abarca poco aprieta", "el que a muchos amos sirve con alguno queda mal", y de nuevo ese constante "llamarada de petate"...

Aunque suene a puro albur...

Pero tengo miedo, mucho miedo de este tremendo equipaje de sueños rotos, de tanta cosa sin terminar. Me sorprenden algunas cosas que por el trabajo y el tiempo pensé que no terminaría, y aún así lo hice: titularme, escribir un libro, etc.

Y pienso, con pavor, en todas las que no he hecho y me aterra nunca terminar: escribir una tesis, terminar el bendito doctorado, escribir una novela, trabajar en un sólo lugar por más de un año, hacer algo con esta maldita vida que me haga sentir que no sigo con las manos eternamente vacías.

He escrito un libro, plantado un árbol y tenido un hijo. He cumplido con ese viejo adagio, pero debo admitir que no me parece que deban de contar como logros cuando no siento que me haya verdaderamente esforzado.

A veces creo que me gustan los posgrados porque son formas de seguir postergando las cosas, de evitar las cosas serias, alguna vida imaginaria que se me antoja una utopía. Ya lo decía mi héroe Lennon: "...life is what happens to you while you're busy making other plans..."

Sigo pues, siempre temiendo que los demás sepan que no soy nada más que una niña tonta a la que le dan miedo los finales.

viernes, 29 de mayo de 2009

Niñas tontas o apología de Nora Helmer


Si una estudia Letras, más pronto que nunca se ve enfrentada a la obra de Ibsen "Casa de muñecas" con su legendario personaje de Nora.

Había tanto que decir sobre todo con mi idealista y apenas naciente feminismo.

Hago una mueca nomás de recordar las sandeces que debí haber escrito, clicheadas premisas, estructurales y cansadas fragmentaciones de la trama y los personajes.

¿Qué le va a hacer uno? Por lo menos los dieciocho años no duran para siempre y mis antiguos trabajos ensayísticos sucumbieron frente a mi afortunado olvido y mi natural desorden.



Lo que me queda de Nora es un aterrorizante pavor que ha plagado mi vida por
una casta femenina a la que yo llamo "niñas tontas" y a la que Shirley Manson les
cantaba aquéllo de "stupid girl... you pretend you're high, pretend you're bored,
pretend you're everything, just to be adored..."


Las niñas tontas solían darme miedo. O al menos eso pensaba yo, me atemorizaba el arquetipo trazado por ellas, un arquetipo en que no había manera de hacerme pasar por enmedio.

Hoy, en una apología de Nora debo finalmente admitir que no es mi aberración a la niña tonta que escribe Ibsen lo que desata mi terror. No, el pavor que siento no se dirige a Nora, sino a mí:

La gran epifanía del día es descubrir que el miedo, que el gran paralizante terror está en encontrar en el espejo la imagen simplona e ingenua de una niña tonta.

"I'm fortune's fool"!

Romeo in Romeo and Juliet, Shakespeare


¿Por qué nos aterra tanto esa niña tonta que llevamos dentro?

El día de hoy la acepto, la saco del cuarto de atrás donde se guardan las vergüenzas y los defectos. Todo este tiempo tuve miedo de actuar como una niña tonta, de que me llamaran la atención las cosas brillantes, los collares de cuentas de espejo, los tocados de plumaje de pavo real, los brazaletes de granate, los hilos de perla, los kaleidoscopios y las perfectas y detalladas casas de muñecas (como aquélla que nos compartiste Belén).

Pronto aprendí que para evitar ser una niña tonta una no dice que "le apasiona la literatura" sino que "le interesa un análisis a profundidad de un corpus literario". Una niña tonta dice como Mané de "El Inocente":

"Ah! Pero si todo está dificilísimo!"

No, una mujer empoderada sabe que todas las cosas son posibles y sehttp://pedroinfante.yomarnathalia.com/pinfante/images/inocente.jpeg disculpa, antes de cualquier cosa por los contingentes errores que pueda cometer, y lo realiza todo sin esperar cumplidos, sin escucharlos tampoco.


Una de mis tías anunció un día muy ufana, después de un par de décadas de un impecabe matrimonio: "Yo ya me cambié al equipo de las tontas" Lo dijo así nomás, como anunciar que ha colgado el banderín del equipo de fútbol de la ciudad, del padre y del marido. "Yo ya soy de las tontas" dijo "porque si el marido te pide que le hagas la maleta dices tú: uyyyyyyy pero si soy taaaan tonta... No me sale"

Ese día deje de temerle a la tontería.

Pero hasta hoy reconozco mis miedos, mi terrible culpabilidad de saberme enclosetada niña tonta.

Quizás que lo que quiero decir que mientras nos debatimos siendo Mafaldas y Libertades, esforzándonos por probarnos, por pronunciarnos encaramadas en nuestras cajas de jabón.

The image “http://www.hellokids.com/img/smiling-mafalda-91302.jpg” cannot be displayed, because it contains errors.[Libertad.gif]

A veces... muchas veces...

Habríamos mejor de aceptar a la Susanita que todas llevamos dentro:



Porque al final una es una.

Y si alguien más quiere llamarnos tontas porque, a pesar de un buen trabajo o un título de posgrado, a pesar del arete en la naríz y tatuajes de huesos y calaveras en los brazos, a pesar de los lentes de intelectual y de la plaquita de alumnio con un Dra., Ing. , Lic., Mtra., etc. antecediendo nuestros nombres; todavía nos hace ilusión un manicure francés, una bolsa o una marca de maquillaje de cierto renombre.

El tonto... El verdaderamente tonto... es él.

jueves, 28 de mayo de 2009

Potencial

Cuando era niña me gustaba que la gente dijera que era demasiado madura para mi edad. La gente decía que yo tenía potencial y además que era ambiciosa.

Eso me gustaba.

Hoy, que cada día me encuentro mucho más lejos de mi infancia, la gente no habla de mi potencial, porque estoy en una edad en la que debería estar cosechando el producto de todo ese potencial.

Pero no.

Quizás por eso tengo tanta vocación de estudiante, de no terminar nunca.

De no llegar nunca al final de cuentas.

martes, 26 de mayo de 2009

Anacronía

Estoy sentada en un consultorio médico, pacientemente impacientándome sobre el asiento de vinil negro mientras la recepcionista escribe taca que taca en su olivetti mecánica:

"Consultorio del Dr. López y López, ya es paciente del dr? Cuál es su nombre? y su apellido? su segundo apellido? aquí lo ve el dr. mañana a las cinco y media"

Taca que taca que taca

Pero el doctor no lo verá a las cinco y media, ni al cuarto para las seis y quizás ni siquiera para las seis y diez.

Me aburren las salas de espera, aunque hay de salas a salas. Las salas como ésta en la que ahora espero son el peor tipo, son esas salas en las que el tiempo parece no haber transcurrido: de pared a pared paneles de rojiza madera falsa, palmas y helechos de plástico, paredes cubiertas por pinturas pseudo new age y paisajes bobrossistas, una canasta con las mismas revistas médicas de hace años.

Creo recordar visitar al mismo doctor con mis padres hace unos quince o veinte años y creo que todo es exactamente lo mismo...

...Incluyendo la olivetti mecánica y la misma recepcionista escribiendo taca que taca que taca...

A veces pienso que el más allá no es más que otra sala espera de algún doctor que no ha de recibirnos nunca.

Antes creía que todos los consultorios médicos eran así, anacrónicos, pasados de moda (sin llegar nunca a lo retro chic), con el constante taca taca de enormes armatostes y la misma chocante voz de una secretaria que intercala el teléfono (todavía de dial), con la máquina y con un tejido que no ha de acabar: prepotente Penélope feliz de imaginar a su Ulises náufrago.

Pero últimamente he visitado otros consultorios, ahora debe de estar de moda un espartano modernismo: inoxidable, monocromático, frío y terriblemente aséptico con el último Cosmopolitan, Glamour, Vanidades y Quién.

No, el más allá no puede nunca ser como aquéllas salas de espera, en que me ofrecen algo de tomar, o grandes ventanales hacia una ajetreada avenida, o una pantalla mostrando una película de moda.

No...

En la sala de espera del más allá no hay ventanas que me salven de la claustrofobia ni revistas ni voces en la pantalla que atenuen la nasalidad del "ya es paciente del dr?" o del taca taca.

Sigo sentada en esta sala con mis ojos pegados en la puerta esperando verme entrar hace unos quince o veinte años sin nadie que me salve del terrible taca taca taca taca taca...

jueves, 21 de mayo de 2009

Ya regresé con los cigarros...

La verdad no fumo, pero me siento como un tío lejano que dicen las malas lenguas en mi familia que un día dijo: " 'orita vengo, voy por unos cigarros" y no volvió. Un día, veintipico años después, fuimos a un pueblito donde vivía mi bisabuela a un velorio o algo así, y ahí andaba el de los cigarros y un hermano de mi mamá lo saludó diciendo: "¿Cómo está tío, había mucha gente en la tienda?"

Pos así yo no volvía por acá.

Entre viajes nostálgicos, influenzas porcino-polémicas, suspensiones etílicas, y más... no escribía, y luego ya que las cosas se han calmado tampoco he escrito porque tampoco se me ocurría nada bueno... y sigue sin ocurrírseme, pero qué le vamos a hacer?

En el plano cultural quién sabe en qué han quedado las cosas, había un par de eventos en los que iba a participar, uno de ellos era una ponencia sobre la Biblia leída literariamente, pero ya no se hizo, a ver si el próximo semestre me dijeron. Pero mientras tanto a lo que sí los puedo invitar es a leer el último número de la revista Reverso en la que colaboro, ahora en su nuevo sitio: www.reversomagazine.com . El nuevo número está dedicado a la narrativa noruega y hay cuentos muy buenos, algunos de los cuales yo contribuí con su traducción.

Y luego ahora con la muerte de Benedetti me he puesto a pensar mis héroes literarios, y a darme cuenta que cada vez quedan menos vivos. Quizás ya no los hay como los de antes, o quizás lo que pasa es que estoy pasando a otra generación.

En fin, que es una pena perder a Mario.

Pero ya volví, ya está otra vez abierto el changarro y a ver si pronto escribo algo más interesante.

Abrazos

miércoles, 8 de abril de 2009

I say it's my birthday

No diré cuántos años cumplo, pero diré que ahora puedo decir a ciencia cierta que mi palabra puede dudarse.

En estos primeros minutos de mi día me ha divertido pensar en eso de que mi palabra sea dudosa.

Pienso en Casandra y creo que no es tan malo.

Porque lo que pienso es que el problema está en confundir verdad con verosimilitud:

no todo lo que es creíble es cierto, y ciertamente, no todo lo cierto es creíble.

Así que me quito un peso enorme de encima, muy bien, ya no se espera de mí que diga siempre la verdad, pero les puedo asegurar que no siempre digo mentiras.

martes, 31 de marzo de 2009

Listas

Día con día, con cada revolución de la tierra en su eje y su traslado alrededor del sol, con cada año, con el tiempo, voy formando una lista larga de todas las cosas que sé:

el teorema de pitágoras, las reglas de acentuación, que la leche materna no puede calentarse en el microondas…

la lista intrincada de mis gustos:

las esdrújulas, el sabor de la coca cola, la novela de un autor que se entrega completo a su locura sin volver nunca la vista atrás, la sensación de la tinta que fluye bien y constante como si saliera de mis propios dedos…

listas innumerables de obligaciones:

los diez mandamientos, varios manuales de estudiante, los señalamientos viales, el juramento a la bandera, la promesa de no dejarte nunca de amar…

conocimientos de la vida moderna que han substituido el instinto básico de supervivencia:

la forma de programar un reloj digital, el teléfono celular, el microondas en vez de la forma eficaz de crear el fuego…

Año con año las listas crecen, aprendo cosas por lo que escucho en la televisión, lo que leo en el periódico o en mis largos ratos de procrastinación en línea, aprende lo que traduzco, lo que me explicas sobre tu trabajo mientras comemos, a pesar de que no me interesa en lo más mínimo el área en la que te especializas.

A veces, no es que aprenda algo nuevo, quizás es sólo que a medida que mi mente envejece finalmente encuentra la forma de decir con palabras lo que siempre le ha sido primal: que ese dolor, que la sensación de caminar entre nubes, que el escozor, que el calor, que el zumbido anuncian que algo no anda bien.

Se acerca el fin de otro año y mis listas crecen.

Me pregunto por qué la necesidad de clasificar y enumerar, de definirme con palabras, de tener listas las estadísticas y las cifras, los datos, la trivia sobre la categoría que soy yo.

¿a quién me alisto a responderle?

¿cuál concurso es este en el que juego?

martes, 24 de marzo de 2009

Estoy enferma

Pero que conste que no es una declaración de mi estado mental (por lo menos no una declaración oficial), sino de mi estado físico.

Antes había escrito sobre el tema de la enfermedad en la literatura, pero ahora que estoy congestionada, adolorida, frustrada, con el cuerpo cortado, irritada, mormada, afiebrada, etc. me encuentro que mis idiosincracias literarias han cambiado.

Según parece en estos momentos me vale un soberano cacahuate lo que haya dicho Macedonio Fernández, y no sólo deseo un libro en el cual perderme, sino que me encuentro deseando leer a Corín Tellado, o alguno de esos libritos románticos que venden en las cajas de los supermercados.

Pero como la pena no (ni la enfermedad) me dejará ir al super creo que terminaré buscando algo en fictionpress.com o peor aún, en fanfiction.com leyendo alguna historiecita de los X-files o Bones o Moonlighting o Remington Steele o cualquier otra serie sobre dos personas que deberieron juntarse en la primera temporada pero no lo hicieron para que el programa siguiera vivo.

A lo mejor por eso en los consultorios médicos siempre tienen el Vanidades y la revista Quién, que si bien es la página social del periódico elevada a la N potencia, se lee igual que cualquier cosa que Corín o Caridad Bravo Adams haya escrito. Porque ese México de la revista Quién me resulta tan ajeno y extraño como "el piso de Marie-Chantal en Madrid, en el que ella camina vistiendo su chandal y sus chinelas".

pd. Nunca he sabido que es un chandal o unas chinelas.

Delirantemente suya,

Lady M.

miércoles, 18 de marzo de 2009

En el nombre del nombre

What's in a name? that which we call a rose
By any other name would smell as sweet;
Romeo y Julieta, William Shakeaspeare

Y que sólo en tu tierra le dan a un hombre espada y pluma
y le encomiendan, como a Adán,
ir a nombrar todas las cosas nuevas
que para su egoísta asombro
sólo dos pasos adelante se van creando.
La Conquista, P. Zulaica

Nombrar las cosas

Me he puesto a pensar en los nombres de las cosas. Pensar que hay personas que se dedican y viven de imponer los nombres: A alguien le pagaron por decidir el mejor nombre, el más atractivo, para la computadora en la que escribo, o el agua embotellada de la que bebo. Un nombrador profesional o acaso un ejecutivo de mercadeo que han nombrado cada uno de los productos en mi alacena.

Todos, en algún momento, le hemos puesto nombre a algo: al gato que un día se apareció en la puerta (a pesar de que mamá decía que no había que darle ni nombre ni alimento o se quedaría para siempre), a un poema, a una canción, a una guitarra, a un vocho... vamos, hasta un sombrenombre a algún camarada. Algunos, como yo, hemos vivido ya la experiencia de nombrar a un hijo.

Mi papá, por ejemplo, tiene un don para los nombres: Yo tuve un gato al que bautizó Rasputin (y como su homónimo tenía la misma malicia diabólica) además de que tiene ya el nombre del rancho que comprará cuando se gane el melate y el nombre también del caballo que vivirá en aquel rancho hipotético.

Un nombre es algo íntimo e incluso tal vez determinante. Y aún así, la paradoja es que nadie tenemos nada que ver con el nombre que por azar nos toca. Hace algunos meses leí sobre una pobre niña, a la que el estado neozelandés tuvo que intervenir para ordenar el cambio de su nombre ya que sus padres la nombraron oficialmente como "Tallulah does the hula from Hawaii" y así también, el gobierno estadounidense tomó la custodia de tres niños a los que sus padres pusieron nombres de nazis: Adolf Hitler Campbell, Joyce Lynn Aryan Nation Campbell, y Honszlynn Hinler Jeannie Campbell.

Hay algo poderoso y ritualístico en el acto de nombrar las cosas y a las personas. La creación se realiza por medio del acto de habla de nombrar las cosas. Un nombre tiene una carga muy poderosa: como el impronunciable nombre de Dios.

Si vivimos bajo el peso de un nombre otorgado arbitrariamente, un nombre que ha labrado en parte el camino, y que ha sido la bandera bajo la cual navegar ¿cuál sería el nombre propio, íntimo y secreto?

¿Cuál sería el apelativo, la definición, el nombre impronunciable que me impondría a mí misma para crearme?

La palabra desconodida cuyo sabor llevo por siempre debajo de la lengua.

jueves, 5 de marzo de 2009

Entre un bestseller y Macedonio Fernández

Acabo de leer una de esas novelas que logran obliterar mi realidad de lector y adentrarme a un mundo en donde no existo y olvido mi nombre.

Macedonio Fernández, gran influencia de Borges, tenía un problema enorme con este tipo de libros. Le parecía que la buena literatura no podía ser aquélla que hiciera al lector olvidarse de su realidad y de su calidad de lector, y por eso escribe "Museo de la novela de la eterna: Primera novela buena" una novela que a cada paso forza al lector a mantenerse como lector, una novela que nunca parece comenzar, una novela hecha enteramente de prólogos.

Pero la novelita que leí estos días me gustó precisamente por lo contrario, porque la buena narrativa, la fluidez poética de las imágenes y las palabras, lo original de la presentación novedosa de la misma historia romántica de siempre, me hicieron olvidarme de mi vida diaria.

Así que me quedo con la pregunta de si una buena literatura tiene que ser escape o recordatorio de la realidad. Porque hay momentos para leer a Donoso, a Cortázar, a Lispector y otras, que necesito buscar la novela del mes en una pretenciosa librería como Borders o Barnes and Noble, entre los libros del club de lectura de Oprah, esos con sus estúpidas preguntitas al final para guiar la argumentación "crítica" de algunas señoras encopetadas.

Porque a veces, como estos días, esas novelitas pueden sorprenderme.

...o por lo menos, hacerme olvidar todas las cosas en las que no quiero pensar.

martes, 3 de marzo de 2009

El siniestro mundo de la derecha


El mundo se confabula en tu contra, y yo no lo sabía, no me había dado cuenta.

Tus manitas toman las tijeras y cortan, cortan, cortan. Has amaestrado el círculo, el cuadro y el rectángulo. Todo eso con contorsiones de tus manos. Cortas ciegamente, porque el ojo y el filo de la tijera no se alínean.

Hay que tener fe ciega para cortar siniestramente, saber que la figura estará ahí. Me asusta verte cortar porque apenas quitas el dedo antes de que lo atrape la tijera.

Un sacapuntas es un artefacto diabólico que gira inversamente, que hace tropezar a la madera y troza el grafito. Yo quiero llorar porque tú quieres saber lo que es desenvolver al lápiz como se pela una manzana en una sola espiral perfecta.

Tengo miedo de este mundo mío, este mundo en apariencia inocuo. ¿Cuántas cosas marchan al contrario, cuantas cosas funcionan, para ti, contraintuitivamente?

Tengo que pensarlo todo un par de veces antes de explicártelo, titubear junto a ti cuando trato de actuar simples acciones como persignarse, saludar a la bandera o hacer un juramento solemne.

Habrá que desterrar muchos términos, declarar ilegal cualquier palabra que evidencie el maltrato y la predilección discriminatoria, no decir siniestro para lo oculto, ni diestro para lo apto.

¿Cómo haré para instaurar mis pasiones en ti?

¿Cómo enseñarte la belleza de la letra manuscrita danzando sobre el papel de izquierda a derecha ?

¿Cómo enseñarte a tocar la guitarra?

¿Cómo haré para pasar al otro lado del espejo a un mundo, perfecto, diseñado sólo para ti?

lunes, 2 de marzo de 2009

Ciberparanoia

Creo que mi navegador está tramando algo. Me parece que me juega malas pasadas. Tengo la impresión que ultimamente no está mostrandome las imágenes de los sitios que visito, o que me inventa que un sitio no existe cuando sí. A veces me encuentro abriendo un mismo sitio con dos navegadores sólo para cerciorarme.

jueves, 26 de febrero de 2009

Porque mis impresionables años fueron los 80


Anoche mis entrañables amigos y yo charlamos y nos reimos hasta la medianoche recordando las grandes influencias de nuestra infancia.

La necesidad que compartimos todos, de recordar y enlazarnos mediante la misma incapacidad de entender de qué se trataba La princesa de los mil años, pero con la certeza de que era un genial y vanguardista. O la obra de arte que era Remi, a pesar de hacer a mi generación propensa a la tragedia y la depresión.

Pensar que tal vez el gusto por la literatura y los libros se la debamos al Tesoro del saber. Y debatir si Mafafa era Musguito o Mosquito (yo digo que era Musguito).

Cantar sin pena Tú la guitarra y yo maracas, o discutir la maravilla de lo incestuoso de las canciones de Pimpinela.

Acordar que La ballena Josefina y Clementine eran casi obras surrealistas.

Saber, que los ochenta estilísticamente podrá haber sido la década más kitsch, pero finalmente, determinante en quienes somos hoy.

Colibrí en mi casa


La puerta corrediza de cristal estaba abierta y yo estaba sentada en la mesa del comedor junto a ella. Un colibrí entró y se quedó suspendido frente a mí algunos segundos.

La imagen fue tan fuerte, y nadie estaba cerca para atestiguarlo.

¿Qué agüero, qué superstición, qué arcano, qué augurio, qué símbolo tiene un colibrí dentro de una casa?

lunes, 23 de febrero de 2009

Cordial invitación


Con toda humildad y mucho agradecimiento a todos mis lectores, quiero invitarlos a la presentación de mi poemario "Después de Babel".

Miércoles 25 de febrero a las 8:00 pm.

presentación a cargo del poeta Víctor Ortiz Partida

Editorial La Zonámbula
Revista Reverso

Museo Raúl Anguiano
Domicilio:Av. Mariano Otero #375, Colonia Moderna
Guadalajara, Jalisco.
C.P: 44150
Entre las Calles: España y Chapultepec
Teléfono: 3616.32.66

jueves, 19 de febrero de 2009

Él y yo en una dependencia gubernamental

La más grande de nuestras diferencias no está en la raza, el género, el credo.

Está, sin embargo, en cómo asimilamos la burocracia, el red tape.

Yo nací en la cultura del “papelito habla” y me acerco al altar de la ventanilla de trámites con el temor kafkiano de los de mi raza.

Él, en cambio, navega con la bandera de su optimismo, no concibe las cinco vueltas que requerirá un trámite que debía tomar uno.

Yo conozco las reglas y los protocolos no escritos de cómo se llena una forma, además del arcaico lenguaje del “por la presente”, “el que suscribe se permite solicitar”, “bajo protesta de decir la verdad”, “su seguro servidor”, etc.

Él está acostumbrado a tener documentos que ostentan variaciones de su mismo nombre, errores de dedo, abreviaciones.

Yo confío en mi fatalismo, en saber desde antes de llegar que es seguro que me falta una firma, una copia y los papeles del perro.

Él piensa que tendremos tiempo para desayunar, ir al súper y pasar por la niña a la escuela, además de que procesarán nuestra solicitud en el tiempo que nos prometen.

Yo sé que debo documentar en original y dos copias (y otra copia en la bolsa por lo que pueda suceder) que A es igual a B y que B es igual a C y por lo tanto A es igual a C, además de una carta firmada, sellada y notariada donde juro decir la verdad y que no hay ningún juicio pendiente en mi nombre (mi santo nombre, valor de cambio en esta sociedad), con firma de dos testigos y sus sendas credenciales del IFE y comprobante de domicilio del agua, el teléfono y la luz (como canción de Chava Flores).

Él no entiende por qué tenemos que guardar tantos papeles.

Yo me frustro, me engento, me encabrono.

Él sólo se confunde y se impresiona.

Pero su optimismo nunca se resquebraja.

Yo quisiera, a pesar de todo lo que sé, creer como lo hace él.

martes, 17 de febrero de 2009

Estéticamente anticuada o cómo descubrí que he pasado de moda


Tengo una amiga entrañable en una vida, o mejor dicho, una geografía, anterior. En su cubículo del tétrico sótano que llamamos nuestra oficina tiene una prominente fotografía de una familia. La foto se ve apenas un poco descolorida, el padre tiene un bigote prominente como de película de los Almada, la madre y las dos hijas portan un corte de pelo indeterminable. La madre además usa unos lentes que aproximadamente cubren dos tercios de su cara. Todos llevan ropa con texturas y diseños de antaño, la ropa demasiado anticuada para considerarse retro cool.

La primera vez que vi la foto no dije nada, por temor de que fueran parientes suyos.

-¿De cuándo crees que es esta foto?- Me preguntó.
-No sé, ¿de los setentas?
-No me lo vas a creer... Por eso la tengo aquí, la foto la tomaron en 199...

En algún sitio vive una familia que en los años noventa parecía congelada en una fotografía setentera.

Ser cool, estar en la onda, permanecer au courant, vivir a la vanguardia... Esa familia nunca contará con estos epítetos.

Hubo un momento en mi adolescencia en que no escuché una sola nota de música de moda. No tengo la menor idea de qué era popular en los noventa. Me pasaba las tardes tirada sobre las frías baldosas del comedor de mi casa, conectada al tocadiscos con unos audífonos idénticos a los de Jacobo Zabludosky cuando hablaba con su sempiterna y fiel Lupita. Yo era retro antes de conocer la palabra. Me llegué a ir a la prepa calzando los zapatos de mi abuelo muerto y su guayabera morada bordada con blanco punto de cruz, además de la camisa azul con escarola del esmoking de graduación de mi papá.

Yo me sentía bien, me sentía diferente. Tan fuera de moda que forzosamente debía ser vanguardista, excéntrica, loca. Todos esos adjetivos me gustaban.

Hoy descubrí esperando en el coche una canción de Amy Winehouse. La canción sonaba a Motown pero dudé que Rehab fuera un motivo usual en aquellos tiempos. Pues resulta que he estado viviendo en la oscuridad otra vez, aunque ya no existan, ni aquel comedor, ni el tocadiscos ni los audífonos jacobinos color mostaza.

Ahora veo que aquella familia y yo no somos tan distintos después de todo.

domingo, 15 de febrero de 2009

Yo era buena para las matemáticas o lo que se puede comprar con mi poesía

De verdad buena. Todo el mundo decía que debía estudiar algo relacionado con las matemáticas pero decidí estudiar Letras.

"Si estudias Letras te vas a morir de hambre."

Pero uno es cabeza dura.

Ayer vendí siete libros.

A siete personas que no conocía y quienes no me conocían. Siete personas pagaron por mis palabras.

¿No que la literatura no dejaba?

He comido con el sudor de mis palabras.

Me maravilla que alguien quiera tener en casa mis palabras. Y me pregunto por qué. Y quizás mis palabras sirvan para emparejar las patas de una mesa, o quizás sea lectura de baño, o quizá las palabras precisas para hacerse esa inquietante pregunta que permanece detrás de los ojos.

Y quisiera haber escrito más, y quisiera que mis palabras aseguraran el pan en la mesa, y que inspiraran al compromiso social, y que hicieran algo más que sólo estar ahí.

Pero por el momento seguiré maravillándome con la idea de que alguien compró mis palabras para tenerlas, para conservarlas.

Y los dejo con la lista de cosas para las que alcanza el producto de mi poesía.

14 cocas de 2lt. no retornables
2 sombras de ojos GOC y un labial
1 sombra MAC y 30 pesos cambios
21 huevitos de las maquinitas a la entrada de la farmacia
35 pasajes de camión urbano
3 Vanidades, 2 Tv y novelas y 5 libros vaqueros
1 DVD original ó 5 piratas
2 pizzas medianas y un refresco de dos litros
1 un solo platillo bastante pretencioso y para nada suficiente en un restaurante popis
1 Best seller de portada lustrosa que seguramente va a salir en película muy pronto

miércoles, 11 de febrero de 2009

Consejo no solicitado


El día de hoy alguien muy amablemente me dijo: "seguramente ya lo sabías pero tus entrañas seguramente se están pudriendo a causa de todo el (inserte cierto químico aquí) que estás ingiriendo con (inserte cierto producto comercial aquí).

¿Por qué a veces el mundo tiene esa desesperada necesidad de señalar mis conductas autodestructivas?

Conozco muy bien todos mis defectos.

Conozco aun mejor todos mis ardides de autoboicot.

Cuántos "buenos consejos" de las "buenas consciencias" de alguien que sólo "lo hace por nuestro bien" se darán día con día.

Uno de los que más me han reventado el hígado es el siguente:

"No publiques, tú guarda tus textos, yo sé lo que te digo, tú guárdalos."

Y a ti querido lector ¿qué consejo no solicitado te han dado?

miércoles, 4 de febrero de 2009

La fotografía

Francisco Ayala escribió una escena maravillosa en su libro vanguardista Cazador en el alba, allá por 1930, en la que una pareja sale un domingo a tomarse una fotografía para inmortalizar su idilio, pero al revisar el album del fotógrafo buscando inspiración se dan cuenta de lo tétricas que resultan las imágenes puesto que: “cualquier día pueden salir en la crónica negra de los periódicos […] Todas sufren un destino trágico, de crimen pasional, aunque no todas lo cumplan… (37)

Mi queridísima amiga Herminia Guardagujas escribió un poema maravilloso "Qué tristes salimos en la foto", que siempre me hace pensar en la vanguardia y su asombro con la maravilla de la fotografía y el cinematógrafo, pero más que nada, con ese instante vuelto inmortal de un segundo compartido por dos.

Y hoy me encontré con este voyerísticamente delicioso post de Campanas de Belén, sobre una foto y una historia que me empiezo a inventar en la cabeza.

Hay tantas historias detrás de una fotgrafía, y sobre todo, de una fotografía de estudio.

Y pensar, además, en un momento, en una vida personal procesada mecánicamente por la máquina. Pensar, como esas culturas que creían que al retratarse perdían su alma, o como decía un maravilloso profesor, que la fotografía es el verdadero vampiro que no morirá nunca.

miércoles, 28 de enero de 2009

Idiosincrasias litararias: El libro tatuado

Para Lady Vivianne por su obsesión por los objetos

El objeto por excelencia es el libro. No sólo lo escrito, sino por el objeto en sí mismo.

Todos tenemos nuestras propias idiosincrasias sobre cómo se debe trabajar un libro: Mi hermana por ejemplo, odia prestarme un libro porque yo le dejo siempre las esquinas superiores derechas dobladas, lo siento, los separadores nunca han sido algo mío, mientras mi papá dobla la hoja completa.

Sinceramente no creo en la existencia inmaculada del libro, para mí es un objeto vivo que debe ostentar el paso del tiempo y de mano en mano. Creo que los márgenes de un libro son campo fértil para una maravillosa comunicación telegráfica y unilateral al próximo lector.

De entre mis peculiaridades puedo decir que odio los marca textos, me parece que están hechos sólo para los libros de texto y de superación personal. Para trabajar en un libro yo confío en el lápiz, mi jeroglífica caligrafía y esas banderitas de colores.

Me gusta leer los mensajes que un libro regala, por eso amo los libros usados, o revisar los libros de las bibliotecas. Recuerdo muy bien el primer libro que recibí que ostentaba cicatrices de otro dueño, era un libro de la SEP que perdí, así que heredé el libro de mi primo, tenía una animación de caricaturas, de esas que se hacían en las esquinas para ver a un monito moverse al pasar las hojas rápido, también tenía un chiste: a Álvaro Obregón lo había dejado chimuelo y y había cambiado las primeras tres letras por N-A-L-G.

Los libros usados traen como cicatrices de guerra algún nombre o fecha al principio, notas al margen y otras afortunadas veces la dedicatoria de un autor.

O un verdadero tesoro: un pedazo de papel enmedio que había sido olvidado, una lista del súper, un boleto de camión, una carta de amor, o alguna otra cosa. Mi papá encontró así, con una ornada manuscrita, el acta de matrimonio de mi abuelo con su primera mujer.

Me pregunto si esas hojas sueltas constituirán un paratexto.

Esas cosas que se descubren en un libro me hacen pensar en los tatuajes secretos de las paredes de los cuartos de hotel. No sé a quién se les ocurrió, pero hay una fuerte tradición de esconder obras de arte debajo de los cuadros y espejos.

El libro es un objeto vivo que lleva con orgullo sus tatuajes y cicatrices. Es en sí la bitácora de una travesía.

martes, 27 de enero de 2009

El mundo maravilloso de las cosas que no tienen par

Se nos perdió un zapato.

Y me encanta que mi lengua nativa tenga esta capacidad de desviar culpabilidades. Uno nunca pierde nada, ni olvida las llaves, ni deja caer los vasos para que se quebren.

No, en español, lengua bendita, las cosas se escapan de las manos, a los objetos les salen patas y se escapan cuando uno no está mirando.

Español es la lengua del "yo no fui" (aunque te vengan a contar cositas malas de mí.)

Yo tengo la impresión que los que meten el desorden son los calcetines.

Esos son los primeros en perderse, y de paso, pierden a las llaves, los paraguas, las gafas de sol, la lista del mandado y al par de un arete del diario. Los pierden dándoles malos consejos, incitándolos al vicio.

¿A dónde se imaginan ustedes que se escapan los objetos? En algún sitio leí sobre una bendita isla a donde se van a vivir los calcetines perdidos. ¿Será que hay un pasaje secreto del otro lado de la lavadora?

Me parece que, todas esas cosas que vienen bíblicamente de dos en dos, de lo que escapan no es de nuestra patética mundanidad, sino su idéntico otro.

A lo mejor se van buscando ese lugar maravilloso, donde las cosas viven únicamente su individualidad.

domingo, 25 de enero de 2009

Bitácoras de viaje

Últimamente me he dado cuenta que hay muchos blogs de viajes, o de experiencias extranjeras. Obviamente un blog con un título como "un mexicano(a) en París, Indonesia, la Patagonia, etc." pica la curiosidad. (Visiten esta curiosidad, por ejemplo.)

Me hace pensar en lo que dijo Maruja Torres, la primera escritora que escuché en el auditorio Silvano Barba de mi facultad, un par de días antes de comenzar mi primer semestre universitario (recuerdo que ese día llovía a horrores y que fui por vez primera a la Mutualista); Maruja nos recomendó que si queríamos escribir, escribiéramos relatos de viajes, que ésa era la literatura que se leía en estos tiempos.

Qué ironía, haber vivido tantos años en otro país y no haber escrito un blog entonces. Creo que hubiera sido interesante escribir de mi aventura conduciendo sola de Boston a Philadelphia, pasando por la ciudad de Nueva York, por ejemplo.

Tal vez lo que debería hacer sería lo que hizo aquel modernista mexicano, que para hablar de un viaje a Asia se fue al baratillo e inventó un Lejano Oriente en sus crónicas.

viernes, 23 de enero de 2009

Idiosincrasias literarias

Lecturas de viaje

En un avión sólo se pueden leer revistas del corazón, pasquines, publicaciones sensacionalistas (siempre y cuando no se centren en desastres aéreos), revistas impresas en papel revolución con crucigramas y sudokus simplones.

Leer cualquier cosa que no se tome a sí misma en serio, la reina de este tipo de publicaciones es la revista de la aerolínea, ¿qué puede esperarse de una publicación cuyo público no tiene nada más a la mano?

Las novelitas de viaje que se compran (a un precio inflado) en un pequeño puesto entre el duty free y los baños de la terminal.

Leer todo lo que evite pensar, lo que recuerde las fobias y los terrores, nada intelectual, no alta literatura, no introspecciones. Tampoco narrativas caóticas, ni Rushdie, ni Goytisolo, ni Donoso, ni Lispector, ni Bret Easton Ellis.

En la claustrofóbica realidad de la cabina aérea no hay sitio para la vergüenza por leer un Vanidades, un Cosmopolitan o una novelita romántica.

Últimamente yo tengo predilección en los aviones por leer ficción histórica, relatos exóticos de tiempos pasados, romantizaciones ficticias.

En una avión nadie creería, al verme, capaz de una buena lectura.

No importa.

Sólo quiero hipnotizarme y olvidar el terror imaginarme en caída libre.

Los dogmas literarios sólo aplican en tierra firme.

jueves, 22 de enero de 2009

A la defensa de la intérprete nativa

En la cúspide de la colonización británica se acuñó un término para las mujeres que vivían con los colonizadores: diccionario durmiente.

Un diccionario durmiente porque proporcionaban un servicio muy útil.

En su carne extraña y voluptuosa se podía aprender la lengua nativa.

Sus cuerpos ricos derramando léxico, significado, conocimiento.

Un conocimiento blindado, inalcanzable para ellas.

Un diccionario durmiente siempre necesitado de la poderosa pluma del otro.

Un cuerpo traidor.

Pero más que un diccionario durmiente, la carne de una mujer es un glosario bárbaro.

Una cazadora siempre al acecho.

En esto creemos

Tenemos toda una cultura formada alrededor de nuestras costumbres literarias, no sólo qué leemos, sino cómo, cuándo y dónde.

Tenemos frases y categorías: lectura de baño, libros de cama, novelas para vacacionar, etc.

Y supersticiones como: "un libro te llega en el momento preciso".

Hablemos de nuestras manías literarias, de costumbres y superticiones de lectura, de obsesiones y vergonzosas morbosidades.

Forjemos en la piedra las tablas de nuestra lectura

miércoles, 21 de enero de 2009

Después de Babel


Mi libro está impreso.

En mis manos.

Gracias a las moiras de cuarto propio, a la gente, a La Zonámbula y Acento.

Gracias a también a quienes se toman la molestia de leerme aquí.

Deja un comentario si te interesa saber cómo adquirir un ejemplar.

lunes, 19 de enero de 2009

El Macaco me hizo pensar...

No ha sido la primera vez, pero el señor primate me hizo pensar en una pregunta que me hice años atrás en circunstancias muy distintas. Bueno, me explico un poco, el buen Macaco me hizo un comentario sobre mi muy hermética entrada sobre el hermetismo del texto y la traducción, contándme una anécdota que me divirtió mucho, de cómo leer una historia traducida había sido distinta a cómo la leyó en su versión original.

...y me hizo pensar en aquella tarde en Tanglewood cuando a duras penas lo conocía a él y él comentaba lo que le agradaba de mí, y claro está, mi escéptica y deprecativa mitad se preguntaba y le preguntaba a él, si algo en ese naciente idilio podía ser cierto, que si acaso la personalidad es algo traducible.

La duda me ha plagado por años:

¿La mujer que él ama, la mujer que él consciente (y lingüísticamente) aprende y aprehende en su lengua materna, puede ser la misma imagen de mujer que yo sostengo para que mi realidad tenga sentido?

Dicho de otro modo, siempre me lo pregunto:

¿No será que él no puede conocer más que una pobre y traidora versión de mí?

"Yo ya lo sabía,
pero quise engañarme
y pensar que en algún momento
leerías en mí
algo más que la más traicionera versión
de mi boca."

Después de Babel

jueves, 15 de enero de 2009

Del hermetismo del texto y su traducción

No hay una técnica más eficaz para exponer las fallas de un texto y su hermetismo semiótico que emprender la travesía de su traducción. Pregúntenme a mí, que he estado luchando con un texto que sólo me invita al procrastinaje.

Una técnica tradicional para corroborar la eficacia y fidelidad de una traducción (fidelidad de la traducción, es claramente una completa utopía) es traducir un texto de la lengua origen a la lengua destino y depués volver a traducir la traducción (valga la redundancia) a la lengua origen, y contabilizar de alguna manera lo que se pierde en la traducción. Ahora bien, ¿no sería acaso interesante usar la técnica para darnos cuenta de nuestros propios errores literarios comunes?

Mi escritura está muy lejos de ser infalible, y de hecho, por mi necesidad imperante de bilingüismo me enfrento con frecuencia a mis errores y mi propio hermetismo.

Esta entrada no creo que vaya a ninguna parte, pero me ha ayudado postergar, algunos minutos más, el enfrentarme un texto que no se deja apuñalar por la daga de mi traducción.

Bueno, me gustaría, de esta manera poco poética, leer sus ideas sobre multilingüismo, ustedes compañeros escritores, ¿piensan sus textos como textos traducibles? ¿hay una consciencia de lectura local, o la posiblidad de universalidad de sus ideas? Es interesante como un libro como En busca de klingsor de Volpi generaba comentarios como que se leía como una novela traducida, por esa sensación de un lenguaje estandarizado, vejado, contaminado y trabajado claramente, con la consciencia de un público más generalizado (y bueno, no es la única razón, también intervienen elementos en cuanto a una visión no nacionalista, y la constante tensión entre alta cultura y cultura de masas -en cuanto a esta tensión recomiendo mucho el libro de Andreas Huyssen The Great Divide-), y queda como ejemplo de un texto que es consciente de su propio alcance lingüístico (esto, claro está, es independiente de si la valoración crítica que puede hacerse de su calidad).

Ése es el caso que Puchner presenta del acierto, alcance y permanencia del Manifiesto Comunista: su invención, desde el principio como un texto sin lengua origen y su calidad constante como texto traducido.

Continuemos este diálogo.

miércoles, 14 de enero de 2009

El arte de odiarse a sí mismo

Cuando estaba en la prepa yo creía en todo, en la revolución, la bondad de los extraños, la selección nacional, la paz porque todo podía solucionarse if you only give peace a chance, en la poesía, los concursos literarios, la izquierda y la derecha, Dios, la superstición y el subcomandante Marcos.

Después, en la facultad descubrí lo que era la ingenuidad. Descubrí que lo chic era dudar de todo, decidí que "yo sólo creo que no creo en nada". Que a los amigos se les aprecia mucho, pero al final de cuentas cada quien se rasca con sus propias uñas. Que si algo quería tenía que hacerlo posible yo solita. Y a pesar de todo, que si alguien se merece mi odio, el mayor odio también era sólo para mí.

Self-deprecation humor es siempre mi preferido, y el verso más romántico que puedo pensar es de Sabines que le dedica al ser amado "la mitad del odio que guardo para mí".

Hoy no me siento ni una cosa ni la otra, mi bandera es sólo mi contradicción y vivo mis días en el péndulo constante de idealismo a escepticismo y vice versa.

Y mi odio personal no es el de antes, que restrospectivamente sería bautizado como emo. No, ese odio personal me hace sonreír como Annie Hall y todas las cintas de Woody Allen.

Ya ves, odiarse a sí mismo, es todo un arte.

martes, 13 de enero de 2009

La ciencia del sueño

Hace algunos días veía The science of sleep de Michel Gondry, una cinta en que los mundos de la vigilia y del sueño son completamente permeables. Es una película que vale la pena verse por la imaginería y el sentido estético, así como también porque, personalmente, me encanta la idea de una película multilingüe (inglés, español y francés), es en sí misma una pequeña Babel.

Creo haberlo ya dicho antes, esta traductora sueña con un mundo multilingüe, Martin Puchner dice, al hablar del Manifiesto Comunista, que uno de los grandes aciertos de la vanguardia y las revoluciones que produjeron manifiestos, fue el usar el desarraigo, la cuestión del exilio, y por ende, todos estos manifiestos y movimientos se presentan como fenómenos multilingües, liberados de nacionalismos.

No me pierdo, pero volvamos a los sueños. ¿Qué lenguaje más universal que el lenguaje de los sueños?

La película incluye un sueño recurrente del mismo Gondry, una secuencia en que a Gael GB las manos le crecen hasta dimensiones descomunales.

Yo tengo varios sueños recurrentes, perturbadores sobre todo en ese momento inmediato a salir del sueño, y me parece que no son únicos en mí, creo que incluso ya se ha dicho qué ideas del sobconsciente representan, pero aquí los pongo: el sueño de caer desplomándose al vacío y el sueño, menos metafórico y más mundano de que se me caigan todos los dientes, y lo mas triste del asunto es que me los vuelvo a poner en su sitio esperando que de manera milagrosa vuelvan a echar raíces.

Pero me interesa saber qué sueños tienen ustedes.

Cuéntame tu sueños.

lunes, 12 de enero de 2009

Un protocolo para la ira

Hay un tipo de ira en mí para la cual no necesitas signos revelatorios: no zarzas ardientes ni extraños patrones de formación de las aves.

Más frecuentemente de lo que me gustaría aceptar, mi ira es un desastre natural, viene con el doloroso rugido de la tierra.

Tú evitas mi ira igual que evitas la tronante tormenta.

Pero a veces, a veces con gusto preferirías mi relampagueante ira.

Veces como ahora, cuando mi oculta ira, una ira no causada ni dirigida a ti, es el más críptico de los arcanos.

Justo debajo de la superficie un universo se encuentra enmedio de una violenta destrucción y tú ni siquiera puedes darte cuenta.

Esta no es una cegadora ira.

Días como estos queman mi garganta hasta dejarla en carne viva, y espero demasiado de ti: que escuches mis impronunciadas palabras.

Ya ves, la ira, como la verdadera poesía, no puede existir más que en voz alta.

viernes, 9 de enero de 2009

La vacuidad de las palabras

Otra vez en torno a la misma mesa de café nos quedamos sin saber qué decirnos. Combinándonos posiblemente nuestras manos hayan ya escrito todas las palabras del mundo.

Y sin embargo, yo no atiné a decir nada remotamente pertinente.

Más aún, creo haber dicho muchas idioteces.

Las palabras siguen sin poder parar un hilito de sangre, la salada humedad de tu mejilla ni separar las aguas del mar rojo.

Pero si en algo creemos es en las palabras, si en algo vivimos es en las palabras, si algo nos ha hermanado es pensar en metáforas, reconocer aliteraciones y cacofonías, andar siempre a la caza de una sola palabra furtiva.

La ciencia del mundo en que habitamos dicta que la fuerza gravitacional es la que une a un verso con otro, y dogma de fe es que la poesía es lo único cierto.

El cuarto nuestro hoy está en silencio.

Aguardo, con la terrible inutilidad de mis palabras, con la deprimente estupidez de mis esfuerzos, a escucharte cantar de nuevo.
Related Posts with Thumbnails