viernes, 19 de septiembre de 2008

Elogio de la inutilidad

En la antigua China, alrededor del siglo X se puso de moda la costumbre de atar apretadamente los pies de las niñas con el fin de quebrar los huesos y deformar los pies hasta lograr los sublimes “lirios dorados” de no más de tres pulgadas de largo. El resultado no es hermoso, pero aún significaban el nivel más alto de belleza femenina. El propósito no se encontraba en detener el crecimiento del pie, sino de deformarlo hasta lograr una inhumana imposibilidad: un pie que no sirve para caminar.

La desvalidez en que dejaban a las mujeres era el verdadero propósito: una mujer que no puede caminar más que con pequeños y tambaleantes pasos era una mujer que no podía trabajar. Las desvalidas mujeres con sus lirios dorados eran muñequitas de porcelana a las que había que mantener en lo alto de una estantería: la mujer convertida en comodidad, en piedra preciosa, en arte-objeto.

La práctica es completamente salvaje y sádica. Pero esta visión de la belleza con respecto a su practibilidad vale la pena explorarse.

Es interesante pensar en la inutilidad como característica intrínseca de la belleza, la idea de que algo es bello sólo porque sí, y no porque su existencia responda a una necesidad, o sirva a un fin práctico.

No hay necesidad de irnos tan lejos a la antigua China, nuestro vernáculo mexicano cuenta con esa expresión para describir a alguien que no hace nada más que “tirar belleza”.

Pero esta entrada no es un reclamo en contra de una visión misógina de la mujer, sino un elogio a lo inútil, y es una idea de la que se nutrió también la vanguardia. Una de las imágenes más icónicas vanguardistas es la “Fuente” de Marcel Duchamp, un mingitorio firmado y presentado como entrada en un concurso artístico. Gran parte de la justificación de los objetos “encontrados” se encuentra en que todos estos objetos originalmente tenían un fin práctico, pero el artista los reposiciona y los saca de su realidad para ponerlos en un plano en el que son completamente inútiles, por ende convirtiéndolos en arte y a la vez reduciendo la interacción entre artista y arte.

La idea no es infalible, pero es provocativa y da de qué pensar.
Esta divagación me hace pensar en el conjunto de inutilidades de mi cuerpo y de mi mente. Todos los sinsentidos, la futilidad de tantas empresas, tantas maniobras.

Cuántas cosas que me pesan en la conciencia por su inutilidad, por su impractibilidad, pero aún así puedo consolarme al pensar en la belleza que radica en el hecho de que lo hice porque sí, sin beneficio, sin productibilidad, sin razón, sin motivo.

Sólo porque sí.

¿Qué arte has producido tú, sólo porque sí?

2 comentarios:

Campanas de Belen dijo...

Me dejaste pensando
y es que las cosas que he hecho solo por que si, son las que a veces me dan mas satisfacciones.
y es que las cosas que son por que son, sin mas pues, como decirlo? pues asi de simple, no les hace falta mas, o no hay por que pedirles mas...

Lady Mondegreen dijo...

Pues sí, comparto esa experiencia, de la satisfacción de lo no esperado, de lo impráctico.

Gracias por tomarte el tiempo con mis divagaciones, yo disfruto mucho tu blog.

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