En la cúspide de la colonización británica se acuñó un término para las mujeres que vivían con los colonizadores: diccionario durmiente.
Un diccionario durmiente porque proporcionaban un servicio muy útil.
En su carne extraña y voluptuosa se podía aprender la lengua nativa.
Sus cuerpos ricos derramando léxico, significado, conocimiento.
Un conocimiento blindado, inalcanzable para ellas.
Un diccionario durmiente siempre necesitado de la poderosa pluma del otro.
Un cuerpo traidor.
Pero más que un diccionario durmiente, la carne de una mujer es un glosario bárbaro.
Una cazadora siempre al acecho.
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