viernes, 23 de enero de 2009

Idiosincrasias literarias

Lecturas de viaje

En un avión sólo se pueden leer revistas del corazón, pasquines, publicaciones sensacionalistas (siempre y cuando no se centren en desastres aéreos), revistas impresas en papel revolución con crucigramas y sudokus simplones.

Leer cualquier cosa que no se tome a sí misma en serio, la reina de este tipo de publicaciones es la revista de la aerolínea, ¿qué puede esperarse de una publicación cuyo público no tiene nada más a la mano?

Las novelitas de viaje que se compran (a un precio inflado) en un pequeño puesto entre el duty free y los baños de la terminal.

Leer todo lo que evite pensar, lo que recuerde las fobias y los terrores, nada intelectual, no alta literatura, no introspecciones. Tampoco narrativas caóticas, ni Rushdie, ni Goytisolo, ni Donoso, ni Lispector, ni Bret Easton Ellis.

En la claustrofóbica realidad de la cabina aérea no hay sitio para la vergüenza por leer un Vanidades, un Cosmopolitan o una novelita romántica.

Últimamente yo tengo predilección en los aviones por leer ficción histórica, relatos exóticos de tiempos pasados, romantizaciones ficticias.

En una avión nadie creería, al verme, capaz de una buena lectura.

No importa.

Sólo quiero hipnotizarme y olvidar el terror imaginarme en caída libre.

Los dogmas literarios sólo aplican en tierra firme.

2 comentarios:

Unknown dijo...

El paracaídas salvador siempre será una narrativa agonizante y secuestradora; es eso o ver la pantalla que informa la altitud y el tiempo.. y sentir la agonía... la caída.

Anónimo dijo...

Paula,
No caerás... ;-)
Los aviones son geniales...

Yo intento leer lo que sea, pero la verdad es que incluso antes del despegue caigo dormida irremediablemente hasta que el piloto me anuncia con su aterrizaje serio, como para dejar constancia de que tocamos tierra... que hemos llegado.

Un abrazo, despues de un año que publicaste este post... pero no me aguanté las ganas...

Mayra

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