viernes, 29 de mayo de 2009

Niñas tontas o apología de Nora Helmer


Si una estudia Letras, más pronto que nunca se ve enfrentada a la obra de Ibsen "Casa de muñecas" con su legendario personaje de Nora.

Había tanto que decir sobre todo con mi idealista y apenas naciente feminismo.

Hago una mueca nomás de recordar las sandeces que debí haber escrito, clicheadas premisas, estructurales y cansadas fragmentaciones de la trama y los personajes.

¿Qué le va a hacer uno? Por lo menos los dieciocho años no duran para siempre y mis antiguos trabajos ensayísticos sucumbieron frente a mi afortunado olvido y mi natural desorden.



Lo que me queda de Nora es un aterrorizante pavor que ha plagado mi vida por
una casta femenina a la que yo llamo "niñas tontas" y a la que Shirley Manson les
cantaba aquéllo de "stupid girl... you pretend you're high, pretend you're bored,
pretend you're everything, just to be adored..."


Las niñas tontas solían darme miedo. O al menos eso pensaba yo, me atemorizaba el arquetipo trazado por ellas, un arquetipo en que no había manera de hacerme pasar por enmedio.

Hoy, en una apología de Nora debo finalmente admitir que no es mi aberración a la niña tonta que escribe Ibsen lo que desata mi terror. No, el pavor que siento no se dirige a Nora, sino a mí:

La gran epifanía del día es descubrir que el miedo, que el gran paralizante terror está en encontrar en el espejo la imagen simplona e ingenua de una niña tonta.

"I'm fortune's fool"!

Romeo in Romeo and Juliet, Shakespeare


¿Por qué nos aterra tanto esa niña tonta que llevamos dentro?

El día de hoy la acepto, la saco del cuarto de atrás donde se guardan las vergüenzas y los defectos. Todo este tiempo tuve miedo de actuar como una niña tonta, de que me llamaran la atención las cosas brillantes, los collares de cuentas de espejo, los tocados de plumaje de pavo real, los brazaletes de granate, los hilos de perla, los kaleidoscopios y las perfectas y detalladas casas de muñecas (como aquélla que nos compartiste Belén).

Pronto aprendí que para evitar ser una niña tonta una no dice que "le apasiona la literatura" sino que "le interesa un análisis a profundidad de un corpus literario". Una niña tonta dice como Mané de "El Inocente":

"Ah! Pero si todo está dificilísimo!"

No, una mujer empoderada sabe que todas las cosas son posibles y sehttp://pedroinfante.yomarnathalia.com/pinfante/images/inocente.jpeg disculpa, antes de cualquier cosa por los contingentes errores que pueda cometer, y lo realiza todo sin esperar cumplidos, sin escucharlos tampoco.


Una de mis tías anunció un día muy ufana, después de un par de décadas de un impecabe matrimonio: "Yo ya me cambié al equipo de las tontas" Lo dijo así nomás, como anunciar que ha colgado el banderín del equipo de fútbol de la ciudad, del padre y del marido. "Yo ya soy de las tontas" dijo "porque si el marido te pide que le hagas la maleta dices tú: uyyyyyyy pero si soy taaaan tonta... No me sale"

Ese día deje de temerle a la tontería.

Pero hasta hoy reconozco mis miedos, mi terrible culpabilidad de saberme enclosetada niña tonta.

Quizás que lo que quiero decir que mientras nos debatimos siendo Mafaldas y Libertades, esforzándonos por probarnos, por pronunciarnos encaramadas en nuestras cajas de jabón.

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A veces... muchas veces...

Habríamos mejor de aceptar a la Susanita que todas llevamos dentro:



Porque al final una es una.

Y si alguien más quiere llamarnos tontas porque, a pesar de un buen trabajo o un título de posgrado, a pesar del arete en la naríz y tatuajes de huesos y calaveras en los brazos, a pesar de los lentes de intelectual y de la plaquita de alumnio con un Dra., Ing. , Lic., Mtra., etc. antecediendo nuestros nombres; todavía nos hace ilusión un manicure francés, una bolsa o una marca de maquillaje de cierto renombre.

El tonto... El verdaderamente tonto... es él.

jueves, 28 de mayo de 2009

Potencial

Cuando era niña me gustaba que la gente dijera que era demasiado madura para mi edad. La gente decía que yo tenía potencial y además que era ambiciosa.

Eso me gustaba.

Hoy, que cada día me encuentro mucho más lejos de mi infancia, la gente no habla de mi potencial, porque estoy en una edad en la que debería estar cosechando el producto de todo ese potencial.

Pero no.

Quizás por eso tengo tanta vocación de estudiante, de no terminar nunca.

De no llegar nunca al final de cuentas.

martes, 26 de mayo de 2009

Anacronía

Estoy sentada en un consultorio médico, pacientemente impacientándome sobre el asiento de vinil negro mientras la recepcionista escribe taca que taca en su olivetti mecánica:

"Consultorio del Dr. López y López, ya es paciente del dr? Cuál es su nombre? y su apellido? su segundo apellido? aquí lo ve el dr. mañana a las cinco y media"

Taca que taca que taca

Pero el doctor no lo verá a las cinco y media, ni al cuarto para las seis y quizás ni siquiera para las seis y diez.

Me aburren las salas de espera, aunque hay de salas a salas. Las salas como ésta en la que ahora espero son el peor tipo, son esas salas en las que el tiempo parece no haber transcurrido: de pared a pared paneles de rojiza madera falsa, palmas y helechos de plástico, paredes cubiertas por pinturas pseudo new age y paisajes bobrossistas, una canasta con las mismas revistas médicas de hace años.

Creo recordar visitar al mismo doctor con mis padres hace unos quince o veinte años y creo que todo es exactamente lo mismo...

...Incluyendo la olivetti mecánica y la misma recepcionista escribiendo taca que taca que taca...

A veces pienso que el más allá no es más que otra sala espera de algún doctor que no ha de recibirnos nunca.

Antes creía que todos los consultorios médicos eran así, anacrónicos, pasados de moda (sin llegar nunca a lo retro chic), con el constante taca taca de enormes armatostes y la misma chocante voz de una secretaria que intercala el teléfono (todavía de dial), con la máquina y con un tejido que no ha de acabar: prepotente Penélope feliz de imaginar a su Ulises náufrago.

Pero últimamente he visitado otros consultorios, ahora debe de estar de moda un espartano modernismo: inoxidable, monocromático, frío y terriblemente aséptico con el último Cosmopolitan, Glamour, Vanidades y Quién.

No, el más allá no puede nunca ser como aquéllas salas de espera, en que me ofrecen algo de tomar, o grandes ventanales hacia una ajetreada avenida, o una pantalla mostrando una película de moda.

No...

En la sala de espera del más allá no hay ventanas que me salven de la claustrofobia ni revistas ni voces en la pantalla que atenuen la nasalidad del "ya es paciente del dr?" o del taca taca.

Sigo sentada en esta sala con mis ojos pegados en la puerta esperando verme entrar hace unos quince o veinte años sin nadie que me salve del terrible taca taca taca taca taca...

jueves, 21 de mayo de 2009

Ya regresé con los cigarros...

La verdad no fumo, pero me siento como un tío lejano que dicen las malas lenguas en mi familia que un día dijo: " 'orita vengo, voy por unos cigarros" y no volvió. Un día, veintipico años después, fuimos a un pueblito donde vivía mi bisabuela a un velorio o algo así, y ahí andaba el de los cigarros y un hermano de mi mamá lo saludó diciendo: "¿Cómo está tío, había mucha gente en la tienda?"

Pos así yo no volvía por acá.

Entre viajes nostálgicos, influenzas porcino-polémicas, suspensiones etílicas, y más... no escribía, y luego ya que las cosas se han calmado tampoco he escrito porque tampoco se me ocurría nada bueno... y sigue sin ocurrírseme, pero qué le vamos a hacer?

En el plano cultural quién sabe en qué han quedado las cosas, había un par de eventos en los que iba a participar, uno de ellos era una ponencia sobre la Biblia leída literariamente, pero ya no se hizo, a ver si el próximo semestre me dijeron. Pero mientras tanto a lo que sí los puedo invitar es a leer el último número de la revista Reverso en la que colaboro, ahora en su nuevo sitio: www.reversomagazine.com . El nuevo número está dedicado a la narrativa noruega y hay cuentos muy buenos, algunos de los cuales yo contribuí con su traducción.

Y luego ahora con la muerte de Benedetti me he puesto a pensar mis héroes literarios, y a darme cuenta que cada vez quedan menos vivos. Quizás ya no los hay como los de antes, o quizás lo que pasa es que estoy pasando a otra generación.

En fin, que es una pena perder a Mario.

Pero ya volví, ya está otra vez abierto el changarro y a ver si pronto escribo algo más interesante.

Abrazos
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