lunes, 28 de junio de 2010

Mi doble

Siamese Twins. Fotografía de Diane Arbus
"Ando buscando un hombre que se parezca a mí
para darle mi nombre, mi mujer y mi hijo,
mis libros y mis deudas.
Ando buscando a quien regalarle mi alma,
mi destino, mi muerte.
Con qué gusto lo haría,
¡con qué ternura me dejaría en sus manos!"
(Jaime Sabines)


"Tengo miedo de hallar mi nombre en otro sitio
y hallarla detrás a ella: 
espejo brutal de mis carencias.
Debe haber alguien que lleve mi nombre
que comparta este miedo siamés,
este pavor idéntico.
No quiero saber de su existencia.
Que del otro lado de la tierra
ella me tema."
(P.Z.) 

Hace como dos años programé una alerta en Google para el título de mi libro, la revista en la que colaboro y mi nombre. El propósito era enterarme si salía alguna nota en prensa. Después de las presentaciones no había recibido absolutamente nada pero la semana pasada recibí una sobre una mención de mi nombre en un sitio que no conocía.

Me intrigó.

Resulta que no era sobre mí, sino sobre alguien que comparte mi mismo nombre. Para la gran mayoría esto no tiene más relevancia, pero para mí sí. Es que tengo un nombre bastante peculiar. Mi apellido es inusual para el país en el que vivo y estoy acostumbrada a deletrearlo todo el tiempo.

Lo hacía igual cuando vivía en otro país.

Incluso la combinación de mi nombre y mi apellido no había aparecido en Google además de mis propias menciones. Por esto estoy acostumbrada a pensar en la combinación de sus sílabas como algo muy íntimo y personal.

Tiene sus ventajas tener un nombre inusual, pero también un enorme problema: perder la capacidad del incógnito: no puedo esconder algo vergonzoso cobijándome en la invisibilidad que un nombre común podría ofrecerme.

Con curiosidad, miedo y rencor visité el sitio. Esperaba descubrir algunas características de mi homónimo para imaginarme esa vida alterna que tiene mi nombre.

Recibí más que eso: había una foto.

Ahora poseo la imagen indeleble que mi alter ego observa cada mañana en el espejo.

Y me entretengo pensando si, a su vez, ella piensa en mí.

domingo, 27 de junio de 2010

Violentia


A Roque Dalton y la tierra cenegosa en que nací

(Poema muy poco trabajado, corporal, vivo,
violento y sobre la violencia de la tierra en que nací.
Escrito con sabor a bilis
en días y noches sin sueño)



La violencia es un pan duro
que quiebra los dientes y la lengua
arrebatado con uñas y costras de lodo.

Ver cuerpos que se alejan
con la mejilla herida sobre el pavimento.

La tierra acre escondida debajo de la lengua.

La falacia de creer que todo viene
de los pies chamuscados
o lo sementoso de una herida milenaria.

La violencia no es un hueso
en una fosa común,
ni la llamada temida,
ni el ojo vendado,
caminar al descampado descalzo,
el dedo ausente
o la vulgaridad de una cicatriz plateada.

La violencia es el escozor de la garganta.

La violencia se secreta como saliva forzada,
como sangre y heces.

Tiene el olor incontrolable de la orina
y del agua purulenta
y brota como una arcada.

Es este odio agigantado
de mis tontas manos que no atinan
a hacer nada más que escribir estas palabras.*



*Derechos reservados.

viernes, 25 de junio de 2010

Crónicas de cama

Gervaise Macquart, la heroína de L'Assommoir (La Taberna en español) de Émile Zola, tenía una motivación muy clara en su vida: tener un lugar seguro para criar a sus hijos, suficiente para comer, que nadie la golpeara y morir en paz en su propia cama.


La idea, a primera vista, parece muy modesta hasta que se piensa en lo fuerte que es experimentar el momento más determinante e íntimo de la vida en el último recóndito de seguridad: la cama propia.

Yo no sólo desearía morir en mi propia cama.

Podría vivir en mi cama.

Es necesario despojar este evento de muchos prejuicios, pero la demostración de John Lennon y Yoko Ono de hacer una conferencia de prensa desde la cama en el hotel de NYC, en donde permanecieron una semana para abogar por la paz, cobra un sentido diferente desde este punto de vista.

La intimidad de la propia cama.

El lugar en el que uno duerme y sueña se convierte en el sitio de la mayor vulnerabilidad.

Cuando era niña y adolescente dormir en mi cama no tenía la importancia que tiene el día de hoy. Antes podía dormir en cualquier sitio.

Pero con la edad vienen las preferencias y las idiosincracias: Se extraña la cama y la almohada.

Sin ella, uno no se siente ni seguro ni uno mismo.

Hace dos noches que no duermo en mi cama, y no lo haré en poco más de una semana. Con el mismo fervor de Gervaise añoro mi cama (aunque no mi muerte aún).

Hay demasiados años de historia y sueños en ese colchón.

Marcas invisibles de amor y lágrimas.

La vida ha comenzado y terminado ahí.

Y en esta generación nuestra de la fugacidad, es muy posible que mi muerte serena no ocurra en esa misma cama.

Pero deseo, que sea en una que me haga sentir igual.


domingo, 20 de junio de 2010

El valor de la palabra escrita

"Lei las noticias el día de hoy..."

...y las noticias hablaban de la subasta de la letra de mi canción favorita de los Beatles A day in the life, la última canción del álbum Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band. 

La letra, de puño y letra de John Lennon, se subastó por un millón y medio de dólares aproximadamente.

Esto me hizo pensar en el valor de la palabra escrita. El  manuscrito no reproducible.

El trazo de una mano que ya no existe, único e intransferible como una huella digital.

Quizá el comprador quería atrapar la fugacidad del espíritu de Lennon, algo que todavía está vivo en el danzar de las líneas sobre el papel.

Walter Benjamin habló de cómo el capitalismo y la producción en masa revolucionaron el concepto clásico del arte: el valor de la obra artística dejó de centrarse en su carácter único para valorarse en términos de su masificación y recepción. (Walter Benjamin. La obra de arte en la era de reproducción mecánica)


De esta manera ha cambiado el valor que ponemos a la obra de arte: la Mona Lisa se imprime ad nauseum en postales, mientras que la obra original e irrepetible se ha convertido en una mercancía elitista.


Aún así pienso el día de hoy en cómo la palabra escrita puede detener el tiempo: en mi cartera llevo un instante cristalizado en las palabras que escribió mi abuelo antes de morir.

Pienso en él y en sus palabras mientras mis manos repasan el trazo automático que Saramago hizo al firmar mi copia de El evangelio según Jesucristo.


Pienso en ambos y digo que la palabra es la única que puede burlar a la muerte y al tiempo.

miércoles, 16 de junio de 2010

Rompiendo eufemismos y tabúes

Un profesor de la facultad dijo un día que la poesía era el arte de mentir. Piénsenlo un segundo, la célula esencial de la poesía es la metáfora: buscar siempre formas de desnombrar las cosas.

Mi identidad más primal es siempre la poesía, por eso, este sitio siempre ha sido ambiguo. Abrí este sitio porque grandes amigas tenían blog y por su invitación lo comencé para todo aquello que escribo que no es ortodoxamente poesía.

Pero al final de cuentas no se puede deslindar la poesía de lo que escribo. Y escribo desnombrándolo todo, siempre indirecta, siempre hablando entre líneas.

Hoy, sin embargo, tengo hablar directamente, desmitificar las palabras, romper eufemismos y tabúes*:

Hoy hace cinco semanas descubrí que el corazón del bebé que esperaba había dejado de latir.

No sé cuándo murió pero es posible que varios días antes.

Una de las realidades más difíciles que he tenido que enfrentar en mi vida fue saber que mi cuerpo era un féretro, que había vivido días cargando la muerte en mi seno.

Pero este post no es sobre eso, sino de la realidad que ahora es visible para mí: Que ahora soy parte de un plano paralelo de los que vivimos en el lado oscuro. Una realidad de la que nadie habla y todos pretenden que no existe.

Estos días ya no lloro y he vuelto a ser yo. Puedo decir las palabras: "aborto espontáneo", "muerte embrionaria", "legrado" sin ansiedad, sin miedo, sin dolor ni lágrimas.

Pero el mundo de los que no saben esto no está listo para escucharme. No recrimino los bien intencionados comentarios como: "Me alegro (que hayas perdido al bebé) porque tu salud es más importante.", "Lo bueno es que todavía no era un bebé", etc.

Lo que no aguanto es esta maldita invisibilidad. Me he convertido en un fantasma mudo cuando menciono en una conversación mi fallido embarazo.

Hace más de un año estaba yo, precisamente del otro lado de la mesa, y escribí un post sobre la inutilidad de mis palabras queriendo consolar a alguien, que como yo ahora, se había convertido en parte de la legión maldita. Me leo y pienso que tal vez sufrimos del miedo exacerbado de pronunciar las palabras.

Pero ahora, como ella entonces, estoy del otro lado de ese andén, varada después de perder un tren que no paró**.

Despojemos a las palabras de ese poder ritualístico.

Yo puedo decir "legrado" sin vergüenza, ni dolor ni miedo.

¿Y tú qué palabra desmitificarás hoy?

______
*En español la palabra tabú, como otras que terminen en u tónica admiten dos pluralizaciones: "+s" y +"es". Mi compulsión lingüística me forza a hacer la aclaración.

** Sí, esa imagen es homenaje a ti.

jueves, 10 de junio de 2010

Alia Oliver

Maya te nombró así.

Vives en las estrellas y titilas por las noches, ella me lo dijo.

Yo le creo, porque la fe que tengo es sólo para las sabias palabras que nacen de su boca.

Mi abuelo te carga en sus brazos, Maya me lo contó también.

Alia Oliver

Amo la bella aliteración de tu nombre.

jueves, 3 de junio de 2010

A veces quisiera saber dibujar...

A veces quisiera saber pintar.

Sacar esta obsesiva sensibilidad exhibicionista-artística con imágenes y no con palabras.

Es que, ¿sabes? jugar con palabras es como saltar la cuerda con alambre de púas (el mismo que me costó siete puntadas en el dedo corazón de mi mano izquierda), es jugar matatena con erizos ponzoñosos, es tragar leche tibia con estrellas brillantes de cristal que tiñen la blancura de carmesí en la garganta.

A veces quisiera saber dibujar, pero dibujar de a deveras.

Tomar el pincel como tomo la pluma.

Así las imágenes aparecerían de golpe, sin la linealidad de la lengua.

Las imágenes mudas.

Tal vez entonces, llorar gráficamente no resultaría tan patético.
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