Pero ahí voy, y gracias al Ipod lleno de música guapachosa o contestataria sobrevivo las largas sesiones en el gimnasio de la universidad en la que chambeo.
¿Y para qué cuento esto, además de para causar pena ajena? Pues porque escuchando música he estado repasando el soundtrack de mi vida, lo cual contribuye a esta reencontrada nostalgia que cargo ultimamente, no sé, quizás el haber regresado cuasipermanentemente al terruño, pone en perspectiva los seis años de exilio que me cargué.
Me he dado cuenta de cuantas canciones me dan ganas de llorar, todas las de los Beatles por obvias razones (para quien me conozca), las de los Doors, "Black" de Pearl Jam y todas las rolitas que canté en las bandas garageras a las que tuve el breve placer de pertenecer (y de donde me corrieron), en fin, un chingo.
La música ahí está despertando la memoria como el olor y el sabor de una madeleine que amenaza ponerme a escribir tomos y tomos dedicados a mi pasado, todas las cosas dichas a medias, todas las conversaciones que faltan, las conversaciones mentales que todavía tengo con viejos amigos.
Pero me repongo porque finalmente no debe haber una visión más deprimente que alguien llorando a moco tendido sobre una caminadora elíptica.
Pero siguiendo con las cosas que me suceden en el gimnasio me pasa que me pongo a pensar y pensar, y me doy cuenta que un gimnasio no es un buen lugar para un poeta, y que a la anoréxica a mi izquierda no le importa que yo sepa lo que es la sinestesia, o un oxímoron. Del mismo modo el tipo que está colgado de la barra alta y sube y baja verticalmente su cuerpo invertido, no sabe, ni le importa, que yo sepa no sólo lo que es una metáfora, una metonimia y una sinécdoque, sino además que hace a estos tropos diferentes. Nadie en este gimnasio recuerda el terror de ver a Don Chebo apuntar el dedo hacia mí y preguntarme si yo soy un signo, un susantivo o el imperfecto, ni tampoco le importa que yo sepa que el vanguardismo español no fue lo mismo que el avant-garde europeo.
A nadie le importa que entre tanto sudor y lycra spandex a mí se me ocurran versos...
Ahí tiene mi querida Lady Vivianne, más y más espuma.
Y a usted mi querida Doña Herminia Guardagujas, master Iki Nakamura, felicidades porque como dice mi señor marido el Earl de Amurray, ya es maistra, y a pesar de las risas, pues tiene razón, bien dice mi padre que lo bonito de las carreras y los posgrados es cuando uno se da cuenta que ya le enseñaron finalmente cómo pegar tabiques.
Suya por siempre, desde el exilio
Lady Mondegreen
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2 comentarios:
...recibo la espuma para llenar el mar del exilio...
Un abrazo inmenso
Lady Vivianne
Me encanta ser Maistra entonces. Nunca estuve sometida a tanto estrés, tanta angustia por cumplir a personas, trabajos y literatura. Gracias por pensarnos en su exilio, eso nos demuestra que el llanto en círculo perfecto tiene sentido y que no es en vano.
Saludos tristes de verano.
Suya, doña Herminia.
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