...pero el Sgt. Pepper no nos enseñó a tocar.
Hace 30 años murió John Lennon y yo tenía apenas año y medio.
Hace 16 ó 17 comenzamos a guardar un minuto de silencio afuera de los salones de la prepa, sabiéndonos grandes y reaccionarios.
Ahora me rio de nuestras poses y nuestra ingenuidad pero todavía siento la pérdida. Y estos días permanezco en silencio por horas sin dificultad y sin necesidad de la pompa del rito.
Hoy escucho en la radio a Adela Micha hacer una torpe remembranza de Lennon usando canciones de McCartney y de Harrison para hablar de "lo intimista de sus letras" y me rio de la misma sardónica manera que lo haría John.
Hoy que leí la última entrevista inédita en que rechazaba ser un héroe muerto tres días antes de morir.
...and though the news were rather sad
Well I just had to laugh...
(J. Lennon. A day in the life)
miércoles, 8 de diciembre de 2010
jueves, 2 de diciembre de 2010
Todavía
Todavía se me olvida.
Me encuentro distraída haciendo planes
trazando las cosas que haré en esta o esa situación.
Pienso en las cosas que haré la próxima vez
Como si aún fuera posible una próxima vez.
Como si cada día no me alejara más de esa utopía.
Lo de antes,
lo que entonces llamé la primera vez
poco a poco se convierte en en la única
en la última.
No lo sabía entonces.
De haberlo sabido habría puesto más atención.
No me habría estancado en todas las cosas que salieron mal,
esas cosas que iba a cambiar
la próxima vez.
Pero ahora comienzo a aceptar que no la habrá.
Que ese futuro me está vedado
que mi cuerpo ya no funciona
que día a día,
en realidad,
todos nos vamos muriendo poco a poco.
Las formas burocráticas de nuestra vida civilizada:
el seguro médico,
los créditos y las hipotecas,
la nómina y las cuentas,
el historial médico.
Todos esos documentos llevan la cuenta exacta
de cómo nos vamos resquebrajando,
de la descomposición del cuerpo.
Esta máquina no hace sino descomponerse
volverse obsoleta
redundante.
Pero aún así,
todavía
cuando mi mente vaga lo suficiente
me encuentro haciendo listas
para contingencias que no han de llegar nunca
listas de acciones, responsabilidades,
listas de objetos inútiles,
de canciones de cuna,
de palabras de amor,
de cómo podría verse mi sorpresa y mi felicidad
en mi cara.
Pero luego me acuerdo
y las listas se rompen
y se derraman las cosas.
No
la próxima vez no existe.
Me encuentro distraída haciendo planes
trazando las cosas que haré en esta o esa situación.
Pienso en las cosas que haré la próxima vez
Como si aún fuera posible una próxima vez.
Como si cada día no me alejara más de esa utopía.
Lo de antes,
lo que entonces llamé la primera vez
poco a poco se convierte en en la única
en la última.
No lo sabía entonces.
De haberlo sabido habría puesto más atención.
No me habría estancado en todas las cosas que salieron mal,
esas cosas que iba a cambiar
la próxima vez.
Pero ahora comienzo a aceptar que no la habrá.
Que ese futuro me está vedado
que mi cuerpo ya no funciona
que día a día,
en realidad,
todos nos vamos muriendo poco a poco.
Las formas burocráticas de nuestra vida civilizada:
el seguro médico,
los créditos y las hipotecas,
la nómina y las cuentas,
el historial médico.
Todos esos documentos llevan la cuenta exacta
de cómo nos vamos resquebrajando,
de la descomposición del cuerpo.
Esta máquina no hace sino descomponerse
volverse obsoleta
redundante.
Pero aún así,
todavía
cuando mi mente vaga lo suficiente
me encuentro haciendo listas
para contingencias que no han de llegar nunca
listas de acciones, responsabilidades,
listas de objetos inútiles,
de canciones de cuna,
de palabras de amor,
de cómo podría verse mi sorpresa y mi felicidad
en mi cara.
Pero luego me acuerdo
y las listas se rompen
y se derraman las cosas.
No
la próxima vez no existe.
lunes, 25 de octubre de 2010
Vida anterior
A Iliana y Julieta / a Mariana y Santiago
Muchas vidas atrás tu mundo era el míoese mundo que huele a leche y a ese
dulce y molesto olor a vómito.
Hace años que sabía de medidas de polvo
y fórmulas de gotas por kilogramo.
Antes sabía como sostener un pequeño cuerpo
con una sola mano
y hacer con la otra maravillas.
El otro día me di cuenta de esto.
De que hace muchos años emigré del mundo aquel
para no volver jamás.
El mundo mío tiene el olor sudoroso del grafito
y se mide en planas.
En este mundo me voy haciendo obsoleta
día a día.
Empequeñezco y lo desaprendo todo.
El tiempo avanza en reversa
y las cosas todas se vuelven nuevas.
Me gusta este mundo nuevo,
el de su voz clara que me habla en proverbios.
Pero a veces me encuentro
con esa terca enfermedad de la nostalgia
de los que traen encima
muchos años de destierro.
lunes, 26 de julio de 2010
Las salvajes
(Una traidora traducción infiel del original en inglés)
Las salvajes no son
las que andan en las calles de noche
vestidas de negro y acero.
No las que andan de cama en cama
ungidas de sudores ajenos.
Las salvajes
son aún más siniestras,
pagan impuestos y siempre ponen sus alarmas
por las noches.
Siguen las leyes de tránsito y votan.
Han amamantado y llevado a sus crías
amarradas al pecho.
Tienen la piel marcada
con cicatrices de otras heridas
y rodillas a carne viva
y de cirugías
(que los buenos modales
dictan no mencionar a la mesa.)
Las salvajes son aún más peligrosas.
Su barbarie
siempre agazapada dentro
lista
mientras llevan a sus hijos al colegio
o hacen la despensa.
A veces tienen posgrados
y puede que enseñen en universidades
o practiquen derecho,
o algo más
igual de respetable.
Le cantan a sus bebés
y los enseñan a leer
y se quedan estoicas cuando se desangran.
No arman escándalos.
Y a veces,
sólo a veces,
se resquebrajan
comprando verdura
en el supermercado.
P.Z.
martes, 20 de julio de 2010
En un lugar de la Mancha...
Porque tengo insomnio crónico de toda la vida, o porque soy voyerista (metiche diría mi mamá) siempre estoy revisando los libreros de los demás. No por criticar (aunque sí, me declaro snob literaria) sino por buscar algo para leer.
Conciliar el sueño es una de las cosas más difíciles que puedo imaginarme, y hacerlo en una cama ajena mucho peor, por eso necesito leer, ver la tele o perder el tiempo en internet. Hay un sitio donde a veces me quedo donde no puedo hacer ninguna de estas cosas, lo cual hace que me entre un ataque de ansiedad cada noche que tengo que pasar ahí ¿Por qué? No hay tele en el cuarto, bajan el switch del internet y en el librero de la sala sólo están los libros de la SEP y una enciclopedia del hogar.
Esto me sorprendió mucho la primera vez que me di cuenta porque, si bien en México el promedio de lectura es de un libro por cabeza por año (y mira que hay muchas personas que me han encargado su cuota) me parecía que en cada hogar tenía que haber por lo menos un Quijote. Que conste que no digo que todo hispano-hablante lo haya leído, sino que pensaba que junto con el canal 2, alguien se hacía cargo de que en cada hogar hubiera un Quijote y una enciclopedia Salvat roja (esa que creo que se vendía por metro en los setentas).
Ayer estaba esperando en una de esas salas minimalistas de un sitio público y noté que en el librero, además de un jardín japonés y algunas otras chucherías había algunos pocos libros (la mayoría de arte) y me pregunté si el viejo hidalgo se encontraba entre ellos.
y sí.
Ahí estaba.
Conciliar el sueño es una de las cosas más difíciles que puedo imaginarme, y hacerlo en una cama ajena mucho peor, por eso necesito leer, ver la tele o perder el tiempo en internet. Hay un sitio donde a veces me quedo donde no puedo hacer ninguna de estas cosas, lo cual hace que me entre un ataque de ansiedad cada noche que tengo que pasar ahí ¿Por qué? No hay tele en el cuarto, bajan el switch del internet y en el librero de la sala sólo están los libros de la SEP y una enciclopedia del hogar.
Esto me sorprendió mucho la primera vez que me di cuenta porque, si bien en México el promedio de lectura es de un libro por cabeza por año (y mira que hay muchas personas que me han encargado su cuota) me parecía que en cada hogar tenía que haber por lo menos un Quijote. Que conste que no digo que todo hispano-hablante lo haya leído, sino que pensaba que junto con el canal 2, alguien se hacía cargo de que en cada hogar hubiera un Quijote y una enciclopedia Salvat roja (esa que creo que se vendía por metro en los setentas).
Ayer estaba esperando en una de esas salas minimalistas de un sitio público y noté que en el librero, además de un jardín japonés y algunas otras chucherías había algunos pocos libros (la mayoría de arte) y me pregunté si el viejo hidalgo se encontraba entre ellos.
y sí.
Ahí estaba.
¿Cuántos Quijotes habrá perdidos en libreros que nunca han sido leídos?
Mi pregunta del mes es: ¿Cuál libro no podía faltar en cada librero al que tenías acceso en tu infancia?
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lunes, 12 de julio de 2010
La palabra al acecho
En la facultad el maestro Concho una vez nos dijo que "un libro te llega en el momento preciso", ahora creo que va más allá.
Una palabra llega en el momento que es preciso aprenderla.
Porque me pasa que nunca he escuchado una palabra (sobre todo en otros idiomas) y el día que alguien me la explica parece aparecer por todos los sitios.
Como si hubiera estado esperando agazapada, el momento exacto para devorarme.
¿Y a ti que embrujantes coincidencias te acechan?
Una palabra llega en el momento que es preciso aprenderla.
Porque me pasa que nunca he escuchado una palabra (sobre todo en otros idiomas) y el día que alguien me la explica parece aparecer por todos los sitios.
Como si hubiera estado esperando agazapada, el momento exacto para devorarme.
¿Y a ti que embrujantes coincidencias te acechan?
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viernes, 9 de julio de 2010
Ella habla sola
Ella habla sola.
Se inventa historias y universos
que yo sólo observo.
En ese mundo suyo yo no quepo.
Alguien ha de contestarle bajito,
le cuenta cosas fantásticas
y la hace reír
como no ha de reírse conmigo.
No me quejo.
Yo estoy siempre inmersa
en un diálogo interminable,
un cuento que no se acaba
con los que no están
o están muy lejos.
En mi mente le hablo a una voz
que no he escuchado en años.
Me pregunto
si esas voces escuchan algún zumbido,
si de repente les llega esa insidiosa inquietud
de haber olvidado algo.
Quizás en esas noches de desasosiego
alguien a quien no escucho
me esté hablando quedo.
Se inventa historias y universos
que yo sólo observo.
En ese mundo suyo yo no quepo.
Alguien ha de contestarle bajito,
le cuenta cosas fantásticas
y la hace reír
como no ha de reírse conmigo.
No me quejo.
Yo estoy siempre inmersa
en un diálogo interminable,
un cuento que no se acaba
con los que no están
o están muy lejos.
En mi mente le hablo a una voz
que no he escuchado en años.
Me pregunto
si esas voces escuchan algún zumbido,
si de repente les llega esa insidiosa inquietud
de haber olvidado algo.
Quizás en esas noches de desasosiego
alguien a quien no escucho
me esté hablando quedo.
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miércoles, 7 de julio de 2010
Todavía en la escuela
Este fin de semana iré a un congreso para profesores de portugués y español. Lo monumental de este evento es que mi universidad me envía y me reembolsará la inscripción (me dicen).
Nunca me imaginé como profesora, pero una vez que caí aquí descubí que me gusta, me frustra mucho, pero me gusta. Lo malo de la educación es que a veces no parece tener mucho campo de crecimiento, uno puede aspirar a la plaza o al tenure dependiendo de dónde viva, pero nomás.
Si alguien escribiera la novela picaresca de mi vida, mi motivación no sería ser caballero ni dama, como el buscón Don Pablos o Moll Flanders, no, la aspiración de mi vida sería tener tarjetas de presentación.
En toda mi vida profesional nunca he tenido una tarjeta de presentación.
Y sí, yo sé que puedo mandar imprimir unas yo misma.
Pero el ego está en que me las dieran.
Volviendo a lo mío, pues estoy tratando de decidir qué charlas y talleres voy a tomar. Hay algunas interesantes, algunas muy buenas para mi trabajo, otras literarias que me interesan que no tienen nada que ver con mis clases. Algunas de las que tomaré tienen que ver sobre cómo lograr que el estudiante realmente aprenda un idioma extranjero.
Y esto me ha puesto a pensar.
Uno de mis insidiosos miedos es pensar que nadie aprende nada de mis clases.
Sí, mis estudiantes aprenden al final a pasar el examen final.
Pero me pregunto qué es lo que realmente yo les enseño.
Ha habido casos que me llenan de orgullo. De los estudiantes que me pidieron les escribiera una carta de recomendación para ir a estudiar a Madrid o para un posgrado todos lo lograron.
Una de mis ex-alumnas, de hecho, estudia Lingüística y Pragmática en España.
Pero no me adjudico su éxito. Creo que mis estudiantes que han aprendido español lo han hecho por sí solos. Mi ayuda es meramente una orientación. Los que no, finalmente recibieron exactamente mi misma ayuda.
Y aunque me gusta dar clases (y aunque quisiera dar de Literatura que es mi especialidad pero nada más tengo de español y redacción) a una le queda ese saborcito del estancamiento.
Porque a pesar de los veintipico de años que fui estudiante y los muchos otros de ejercer...
...no salgo nunca de la escuela.
Nunca me imaginé como profesora, pero una vez que caí aquí descubí que me gusta, me frustra mucho, pero me gusta. Lo malo de la educación es que a veces no parece tener mucho campo de crecimiento, uno puede aspirar a la plaza o al tenure dependiendo de dónde viva, pero nomás.
Si alguien escribiera la novela picaresca de mi vida, mi motivación no sería ser caballero ni dama, como el buscón Don Pablos o Moll Flanders, no, la aspiración de mi vida sería tener tarjetas de presentación.
En toda mi vida profesional nunca he tenido una tarjeta de presentación.
Y sí, yo sé que puedo mandar imprimir unas yo misma.
Pero el ego está en que me las dieran.
Volviendo a lo mío, pues estoy tratando de decidir qué charlas y talleres voy a tomar. Hay algunas interesantes, algunas muy buenas para mi trabajo, otras literarias que me interesan que no tienen nada que ver con mis clases. Algunas de las que tomaré tienen que ver sobre cómo lograr que el estudiante realmente aprenda un idioma extranjero.
Y esto me ha puesto a pensar.
Uno de mis insidiosos miedos es pensar que nadie aprende nada de mis clases.
Sí, mis estudiantes aprenden al final a pasar el examen final.
Pero me pregunto qué es lo que realmente yo les enseño.
Ha habido casos que me llenan de orgullo. De los estudiantes que me pidieron les escribiera una carta de recomendación para ir a estudiar a Madrid o para un posgrado todos lo lograron.
Una de mis ex-alumnas, de hecho, estudia Lingüística y Pragmática en España.
Pero no me adjudico su éxito. Creo que mis estudiantes que han aprendido español lo han hecho por sí solos. Mi ayuda es meramente una orientación. Los que no, finalmente recibieron exactamente mi misma ayuda.
Y aunque me gusta dar clases (y aunque quisiera dar de Literatura que es mi especialidad pero nada más tengo de español y redacción) a una le queda ese saborcito del estancamiento.
Porque a pesar de los veintipico de años que fui estudiante y los muchos otros de ejercer...
...no salgo nunca de la escuela.
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jueves, 1 de julio de 2010
Soy un algodón
"Soy un algodón"
Dijo M como proverbio de la descomunal sabiduría de sus cuatro años.
Con humildad le pedí que me explicara, a sabiendas que mi ignorancia de lo que se refería demostraba mi poco evolucionada y pedestre mente.
Su explicación fue algo así como que las muñecas están rellenas y tienen el pelo de algodón, así que las niñas locas que dicen genialidades como ella son algodones.
Ciertamente ella se había catalogado así después de decir algo con una chispa de locura efervescente.
Como una nube
como algodón de azúcar
como espuma de champán
Ser un algodón, me imagino, es ser loco no con esa locura abismada del dolorido poeta.
No, el algodón de la locura de M es fugaz e inalcanzable. Tiene la levedad de una brizna de polvo y se expande por el aire como un diente de león.
Necesito muchas reencarnaciones para entender y aspirar al maravilloso ojo de M.
Pero puedo soñar con algún día ser un algodón.
Dijo M como proverbio de la descomunal sabiduría de sus cuatro años.
Con humildad le pedí que me explicara, a sabiendas que mi ignorancia de lo que se refería demostraba mi poco evolucionada y pedestre mente.
Su explicación fue algo así como que las muñecas están rellenas y tienen el pelo de algodón, así que las niñas locas que dicen genialidades como ella son algodones.
Ciertamente ella se había catalogado así después de decir algo con una chispa de locura efervescente.
Como una nube
como algodón de azúcar
como espuma de champán
Ser un algodón, me imagino, es ser loco no con esa locura abismada del dolorido poeta.
No, el algodón de la locura de M es fugaz e inalcanzable. Tiene la levedad de una brizna de polvo y se expande por el aire como un diente de león.
Necesito muchas reencarnaciones para entender y aspirar al maravilloso ojo de M.
Pero puedo soñar con algún día ser un algodón.
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lunes, 28 de junio de 2010
Mi doble
Siamese Twins. Fotografía de Diane Arbus |
"Ando buscando un hombre que se parezca a mí
para darle mi nombre, mi mujer y mi hijo,
mis libros y mis deudas.
Ando buscando a quien regalarle mi alma,
mi destino, mi muerte.
Con qué gusto lo haría,
¡con qué ternura me dejaría en sus manos!"
(Jaime Sabines)
para darle mi nombre, mi mujer y mi hijo,
mis libros y mis deudas.
Ando buscando a quien regalarle mi alma,
mi destino, mi muerte.
Con qué gusto lo haría,
¡con qué ternura me dejaría en sus manos!"
(Jaime Sabines)
"Tengo miedo de hallar mi nombre en otro sitio
y hallarla detrás a ella:
espejo brutal de mis carencias.
Debe haber alguien que lleve mi nombre
que comparta este miedo siamés,
este pavor idéntico.
No quiero saber de su existencia.
Que del otro lado de la tierra
ella me tema."
(P.Z.)
Hace como dos años programé una alerta en Google para el título de mi libro, la revista en la que colaboro y mi nombre. El propósito era enterarme si salía alguna nota en prensa. Después de las presentaciones no había recibido absolutamente nada pero la semana pasada recibí una sobre una mención de mi nombre en un sitio que no conocía.
Me intrigó.
Resulta que no era sobre mí, sino sobre alguien que comparte mi mismo nombre. Para la gran mayoría esto no tiene más relevancia, pero para mí sí. Es que tengo un nombre bastante peculiar. Mi apellido es inusual para el país en el que vivo y estoy acostumbrada a deletrearlo todo el tiempo.
Lo hacía igual cuando vivía en otro país.
Incluso la combinación de mi nombre y mi apellido no había aparecido en Google además de mis propias menciones. Por esto estoy acostumbrada a pensar en la combinación de sus sílabas como algo muy íntimo y personal.
Tiene sus ventajas tener un nombre inusual, pero también un enorme problema: perder la capacidad del incógnito: no puedo esconder algo vergonzoso cobijándome en la invisibilidad que un nombre común podría ofrecerme.
Con curiosidad, miedo y rencor visité el sitio. Esperaba descubrir algunas características de mi homónimo para imaginarme esa vida alterna que tiene mi nombre.
Recibí más que eso: había una foto.
Ahora poseo la imagen indeleble que mi alter ego observa cada mañana en el espejo.
Y me entretengo pensando si, a su vez, ella piensa en mí.
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domingo, 27 de junio de 2010
Violentia
A Roque Dalton y la tierra cenegosa en que nací
(Poema muy poco trabajado, corporal, vivo,
violento y sobre la violencia de la tierra en que nací.
Escrito con sabor a bilis
en días y noches sin sueño)
(Poema muy poco trabajado, corporal, vivo,
violento y sobre la violencia de la tierra en que nací.
Escrito con sabor a bilis
en días y noches sin sueño)
La violencia es un pan duro
que quiebra los dientes y la lengua
arrebatado con uñas y costras de lodo.
Ver cuerpos que se alejan
con la mejilla herida sobre el pavimento.
La tierra acre escondida debajo de la lengua.
La falacia de creer que todo viene
de los pies chamuscados
o lo sementoso de una herida milenaria.
La violencia no es un hueso
en una fosa común,
ni la llamada temida,
ni el ojo vendado,
caminar al descampado descalzo,
el dedo ausente
o la vulgaridad de una cicatriz plateada.
La violencia es el escozor de la garganta.
La violencia se secreta como saliva forzada,
como sangre y heces.
Tiene el olor incontrolable de la orina
y del agua purulenta
y brota como una arcada.
Es este odio agigantado
de mis tontas manos que no atinan
a hacer nada más que escribir estas palabras.*
*Derechos reservados.
viernes, 25 de junio de 2010
Crónicas de cama
Gervaise Macquart, la heroína de L'Assommoir (La Taberna en español) de Émile Zola, tenía una motivación muy clara en su vida: tener un lugar seguro para criar a sus hijos, suficiente para comer, que nadie la golpeara y morir en paz en su propia cama.
La idea, a primera vista, parece muy modesta hasta que se piensa en lo fuerte que es experimentar el momento más determinante e íntimo de la vida en el último recóndito de seguridad: la cama propia.
Yo no sólo desearía morir en mi propia cama.
Es necesario despojar este evento de muchos prejuicios, pero la demostración de John Lennon y Yoko Ono de hacer una conferencia de prensa desde la cama en el hotel de NYC, en donde permanecieron una semana para abogar por la paz, cobra un sentido diferente desde este punto de vista.
La intimidad de la propia cama.
El lugar en el que uno duerme y sueña se convierte en el sitio de la mayor vulnerabilidad.
Cuando era niña y adolescente dormir en mi cama no tenía la importancia que tiene el día de hoy. Antes podía dormir en cualquier sitio.
Pero con la edad vienen las preferencias y las idiosincracias: Se extraña la cama y la almohada.
Sin ella, uno no se siente ni seguro ni uno mismo.
Hace dos noches que no duermo en mi cama, y no lo haré en poco más de una semana. Con el mismo fervor de Gervaise añoro mi cama (aunque no mi muerte aún).
Hay demasiados años de historia y sueños en ese colchón.
Marcas invisibles de amor y lágrimas.
La vida ha comenzado y terminado ahí.
Y en esta generación nuestra de la fugacidad, es muy posible que mi muerte serena no ocurra en esa misma cama.
Pero deseo, que sea en una que me haga sentir igual.
La idea, a primera vista, parece muy modesta hasta que se piensa en lo fuerte que es experimentar el momento más determinante e íntimo de la vida en el último recóndito de seguridad: la cama propia.
Yo no sólo desearía morir en mi propia cama.
Podría vivir en mi cama.
Es necesario despojar este evento de muchos prejuicios, pero la demostración de John Lennon y Yoko Ono de hacer una conferencia de prensa desde la cama en el hotel de NYC, en donde permanecieron una semana para abogar por la paz, cobra un sentido diferente desde este punto de vista.
La intimidad de la propia cama.
El lugar en el que uno duerme y sueña se convierte en el sitio de la mayor vulnerabilidad.
Cuando era niña y adolescente dormir en mi cama no tenía la importancia que tiene el día de hoy. Antes podía dormir en cualquier sitio.
Pero con la edad vienen las preferencias y las idiosincracias: Se extraña la cama y la almohada.
Sin ella, uno no se siente ni seguro ni uno mismo.
Hace dos noches que no duermo en mi cama, y no lo haré en poco más de una semana. Con el mismo fervor de Gervaise añoro mi cama (aunque no mi muerte aún).
Hay demasiados años de historia y sueños en ese colchón.
Marcas invisibles de amor y lágrimas.
La vida ha comenzado y terminado ahí.
Y en esta generación nuestra de la fugacidad, es muy posible que mi muerte serena no ocurra en esa misma cama.
Pero deseo, que sea en una que me haga sentir igual.
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domingo, 20 de junio de 2010
El valor de la palabra escrita
"Lei las noticias el día de hoy..."
...y las noticias hablaban de la subasta de la letra de mi canción favorita de los Beatles A day in the life, la última canción del álbum Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band.
La letra, de puño y letra de John Lennon, se subastó por un millón y medio de dólares aproximadamente.
Esto me hizo pensar en el valor de la palabra escrita. El manuscrito no reproducible.
El trazo de una mano que ya no existe, único e intransferible como una huella digital.
Quizá el comprador quería atrapar la fugacidad del espíritu de Lennon, algo que todavía está vivo en el danzar de las líneas sobre el papel.
Walter Benjamin habló de cómo el capitalismo y la producción en masa revolucionaron el concepto clásico del arte: el valor de la obra artística dejó de centrarse en su carácter único para valorarse en términos de su masificación y recepción. (Walter Benjamin. La obra de arte en la era de reproducción mecánica)
De esta manera ha cambiado el valor que ponemos a la obra de arte: la Mona Lisa se imprime ad nauseum en postales, mientras que la obra original e irrepetible se ha convertido en una mercancía elitista.
Aún así pienso el día de hoy en cómo la palabra escrita puede detener el tiempo: en mi cartera llevo un instante cristalizado en las palabras que escribió mi abuelo antes de morir.
Pienso en él y en sus palabras mientras mis manos repasan el trazo automático que Saramago hizo al firmar mi copia de El evangelio según Jesucristo.
Pienso en ambos y digo que la palabra es la única que puede burlar a la muerte y al tiempo.
...y las noticias hablaban de la subasta de la letra de mi canción favorita de los Beatles A day in the life, la última canción del álbum Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band.
La letra, de puño y letra de John Lennon, se subastó por un millón y medio de dólares aproximadamente.
Esto me hizo pensar en el valor de la palabra escrita. El manuscrito no reproducible.
El trazo de una mano que ya no existe, único e intransferible como una huella digital.
Quizá el comprador quería atrapar la fugacidad del espíritu de Lennon, algo que todavía está vivo en el danzar de las líneas sobre el papel.
Walter Benjamin habló de cómo el capitalismo y la producción en masa revolucionaron el concepto clásico del arte: el valor de la obra artística dejó de centrarse en su carácter único para valorarse en términos de su masificación y recepción. (Walter Benjamin. La obra de arte en la era de reproducción mecánica)
De esta manera ha cambiado el valor que ponemos a la obra de arte: la Mona Lisa se imprime ad nauseum en postales, mientras que la obra original e irrepetible se ha convertido en una mercancía elitista.
Aún así pienso el día de hoy en cómo la palabra escrita puede detener el tiempo: en mi cartera llevo un instante cristalizado en las palabras que escribió mi abuelo antes de morir.
Pienso en él y en sus palabras mientras mis manos repasan el trazo automático que Saramago hizo al firmar mi copia de El evangelio según Jesucristo.
Pienso en ambos y digo que la palabra es la única que puede burlar a la muerte y al tiempo.
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miércoles, 16 de junio de 2010
Rompiendo eufemismos y tabúes
Un profesor de la facultad dijo un día que la poesía era el arte de mentir. Piénsenlo un segundo, la célula esencial de la poesía es la metáfora: buscar siempre formas de desnombrar las cosas.
Mi identidad más primal es siempre la poesía, por eso, este sitio siempre ha sido ambiguo. Abrí este sitio porque grandes amigas tenían blog y por su invitación lo comencé para todo aquello que escribo que no es ortodoxamente poesía.
Pero al final de cuentas no se puede deslindar la poesía de lo que escribo. Y escribo desnombrándolo todo, siempre indirecta, siempre hablando entre líneas.
Hoy, sin embargo, tengo hablar directamente, desmitificar las palabras, romper eufemismos y tabúes*:
Hoy hace cinco semanas descubrí que el corazón del bebé que esperaba había dejado de latir.
No sé cuándo murió pero es posible que varios días antes.
Una de las realidades más difíciles que he tenido que enfrentar en mi vida fue saber que mi cuerpo era un féretro, que había vivido días cargando la muerte en mi seno.
Pero este post no es sobre eso, sino de la realidad que ahora es visible para mí: Que ahora soy parte de un plano paralelo de los que vivimos en el lado oscuro. Una realidad de la que nadie habla y todos pretenden que no existe.
Estos días ya no lloro y he vuelto a ser yo. Puedo decir las palabras: "aborto espontáneo", "muerte embrionaria", "legrado" sin ansiedad, sin miedo, sin dolor ni lágrimas.
Pero el mundo de los que no saben esto no está listo para escucharme. No recrimino los bien intencionados comentarios como: "Me alegro (que hayas perdido al bebé) porque tu salud es más importante.", "Lo bueno es que todavía no era un bebé", etc.
Lo que no aguanto es esta maldita invisibilidad. Me he convertido en un fantasma mudo cuando menciono en una conversación mi fallido embarazo.
Hace más de un año estaba yo, precisamente del otro lado de la mesa, y escribí un post sobre la inutilidad de mis palabras queriendo consolar a alguien, que como yo ahora, se había convertido en parte de la legión maldita. Me leo y pienso que tal vez sufrimos del miedo exacerbado de pronunciar las palabras.
Pero ahora, como ella entonces, estoy del otro lado de ese andén, varada después de perder un tren que no paró**.
Despojemos a las palabras de ese poder ritualístico.
Yo puedo decir "legrado" sin vergüenza, ni dolor ni miedo.
¿Y tú qué palabra desmitificarás hoy?
______
*En español la palabra tabú, como otras que terminen en u tónica admiten dos pluralizaciones: "+s" y +"es". Mi compulsión lingüística me forza a hacer la aclaración.
** Sí, esa imagen es homenaje a ti.
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jueves, 10 de junio de 2010
Alia Oliver
Maya te nombró así.
Vives en las estrellas y titilas por las noches, ella me lo dijo.
Yo le creo, porque la fe que tengo es sólo para las sabias palabras que nacen de su boca.
Mi abuelo te carga en sus brazos, Maya me lo contó también.
Alia Oliver
Amo la bella aliteración de tu nombre.
Vives en las estrellas y titilas por las noches, ella me lo dijo.
Yo le creo, porque la fe que tengo es sólo para las sabias palabras que nacen de su boca.
Mi abuelo te carga en sus brazos, Maya me lo contó también.
Alia Oliver
Amo la bella aliteración de tu nombre.
jueves, 3 de junio de 2010
A veces quisiera saber dibujar...
A veces quisiera saber pintar.
Sacar esta obsesiva sensibilidad exhibicionista-artística con imágenes y no con palabras.
Es que, ¿sabes? jugar con palabras es como saltar la cuerda con alambre de púas (el mismo que me costó siete puntadas en el dedo corazón de mi mano izquierda), es jugar matatena con erizos ponzoñosos, es tragar leche tibia con estrellas brillantes de cristal que tiñen la blancura de carmesí en la garganta.
A veces quisiera saber dibujar, pero dibujar de a deveras.
Tomar el pincel como tomo la pluma.
Así las imágenes aparecerían de golpe, sin la linealidad de la lengua.
Las imágenes mudas.
Tal vez entonces, llorar gráficamente no resultaría tan patético.
Sacar esta obsesiva sensibilidad exhibicionista-artística con imágenes y no con palabras.
Es que, ¿sabes? jugar con palabras es como saltar la cuerda con alambre de púas (el mismo que me costó siete puntadas en el dedo corazón de mi mano izquierda), es jugar matatena con erizos ponzoñosos, es tragar leche tibia con estrellas brillantes de cristal que tiñen la blancura de carmesí en la garganta.
A veces quisiera saber dibujar, pero dibujar de a deveras.
Tomar el pincel como tomo la pluma.
Así las imágenes aparecerían de golpe, sin la linealidad de la lengua.
Las imágenes mudas.
Tal vez entonces, llorar gráficamente no resultaría tan patético.
lunes, 31 de mayo de 2010
La esperanza prevalece...
A veces la vida puede darte una puñetada en la cara mas fuerte y más cruda que la muerte...
...la esperanza prevalece
sábado, 29 de mayo de 2010
Blackbird
Hace algunas semanas cuando latía todavía su corazón en mi seno entré a mi salón de clases. La parte de atrás es una inmensa pared de cristal. En el quicio de esa ventana había una paloma muerta, miré entonces el cristal y pude ver la huella indeleble del golpe fatal.
Pensé entonces en los posibles agüeros, pero nunca en lo que acabaría ocurriendo.
Ahora creo que no mucho después tu corazón latió por última vez.
Hace dos días afuera de mi casa amaneció una paloma muerta. Pensé entonces que eres tú ese pájaro esquivo que me ha dejado con las alas rotas.
Ayer descubrí un pájaro anidado en el más imposible de los resquicios: entre las rendijas de la ventana del baño de maestras de la universidad. Esa es la imagen que corona este post.
Ayer Paul McCartney tocó en la ciudad de México y yo no pude estar ahí. De haber estado tal vez un buen amigo y yo habríamos llorado por las aves que nos han dejado mientras Paul entonara aquello de:
"Blackbird singing in the dead of night
Take these broken wings and learn to fly
All your life
You were only waiting for this moment to arise..."
viernes, 28 de mayo de 2010
Tengo miedo
El mundo me saluda como si nada hubiera sucedido.
Como si ese velo negro de papel de arroz no me distinguiera
como a tantas otras personas a pesar de que andamos por el mundo
de los como si nada...
Tengo miedo que el mundo te convierta en mentira
que niegue tu ausencia.
A mí no se me olvida el dolor de tu llegada/partida
el horror de verte minúsculo en la palma de mi mano.
Ya no necesito llorar todos los días
pero no quiero vivir como quieren los demás
como si hubieras sido sólo un simulacro.
No me lastima que me recuerden que hubo algo vivo dentro
y quiero gritar desgañitadamente que he sido féretro
de alguna manera a todos les mortifica aceptarlo:
que anduve muchos días (ingenua) cargando la muerte en mi seno.
Como si ese velo negro de papel de arroz no me distinguiera
como a tantas otras personas a pesar de que andamos por el mundo
de los como si nada...
Tengo miedo que el mundo te convierta en mentira
que niegue tu ausencia.
A mí no se me olvida el dolor de tu llegada/partida
el horror de verte minúsculo en la palma de mi mano.
Ya no necesito llorar todos los días
pero no quiero vivir como quieren los demás
como si hubieras sido sólo un simulacro.
No me lastima que me recuerden que hubo algo vivo dentro
y quiero gritar desgañitadamente que he sido féretro
de alguna manera a todos les mortifica aceptarlo:
que anduve muchos días (ingenua) cargando la muerte en mi seno.
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