...y las noticias hablaban de la subasta de la letra de mi canción favorita de los Beatles A day in the life, la última canción del álbum Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band.
La letra, de puño y letra de John Lennon, se subastó por un millón y medio de dólares aproximadamente.
Esto me hizo pensar en el valor de la palabra escrita. El manuscrito no reproducible.
El trazo de una mano que ya no existe, único e intransferible como una huella digital.
Quizá el comprador quería atrapar la fugacidad del espíritu de Lennon, algo que todavía está vivo en el danzar de las líneas sobre el papel.
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De esta manera ha cambiado el valor que ponemos a la obra de arte: la Mona Lisa se imprime ad nauseum en postales, mientras que la obra original e irrepetible se ha convertido en una mercancía elitista.
Aún así pienso el día de hoy en cómo la palabra escrita puede detener el tiempo: en mi cartera llevo un instante cristalizado en las palabras que escribió mi abuelo antes de morir.
Pienso en él y en sus palabras mientras mis manos repasan el trazo automático que Saramago hizo al firmar mi copia de El evangelio según Jesucristo.
Pienso en ambos y digo que la palabra es la única que puede burlar a la muerte y al tiempo.
2 comentarios:
Y, aún así, a veces, las palabras que no mueren, se olvidan.
Suspiro amiga. suspiro.
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