Con la endeble arcilla de la memoria crear a un hombre pequeñito emasculado por mi alevoso uso del diminutivo al ordenarle que exista. Le había prometido, o tal vez jurado (me molesta tanto que la gente confunda ambos verbos), que nunca escribiría nada para él, tenía miedo que me arrancara la voz cuando sediento bebiera de mi cuello.
Miedo a qué más atinaría a quitarme, miedo del contagio, del envenenamiento, de la infección de lo abyecto.
Pero miedo, miedo de verdad, un verdadero delirio de persecución, tremenda paranoia debía sentir él del secreto vudú de afilados adjetivos y adverbios, de construcciones hiperbólicas y reinvenciones del sintagma fijo, que le enterraría en su femeninamente tersa piel con su olor a tabaco y a las ganas que yo le producía y que le dejaba sempiternamente a medias.
Sí, la memoria es arcilla, y así de fácil su recuerdo es múltiple, las imágenes pueden estivarse y acomodarse de distintas formas para que otro investigador semiótico venga a hallarles forma.
Crear a ese homúnculo, no para que cante mi nombre… qué deliciosa venganza decirle quedito al oído aquello de: Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y como siempre sólo haces como que me oyes y tu voz no me toca…
Ese hombrecito pequeño, preocupado como siempre por el sistema métrico, o el sistema inglés, debatiéndose internamente de con cuál de ellos saldrá siempre más airoso, menos empequeñecido. Ese Golem miniaturizado al cual darle cuerda por las noches.
Con la endeble arcilla de la memoria, se puede crear todo un ejército de soldaditos de carne, uno que se encargue sólo de dar besos a destiempo, en medio de una frase o antes de que parta el tren; otro será el sicario que espere siempre detrás de las puertas o al doblar una esquina en lo lúgubre de un noche de marzo, ése vivirá sólo para no poder quitarme el sabor acre del miedo; otra criatura de lodo tal vez aprenda a hablar como los loros, con su letanía artificialmente aprendida, ése repetirá cumplidos que regresan después de trazar un perfecto arco, a encajarse en el pecho como aquello de “siempre he pensado que voy a terminar casándome contigo” o “todo esto para ti es un juego” o incluso aquello de “yo te lastimé porque te quería."
Mi memoria, como ves, no es más que maleable arcilla, una a una se pueden crear todas las variaciones posibles con la nostalgia, y todas serán distintas y contrarias pero todas además ciertas. No habrá más que rascarse ese prurito creativo, y dejar que ese homúnculo tiemble y se moje preocupado por los piquetitos que mi punzón le dé para cerciorarme de que está vivo.
3 comentarios:
Homúnculo semiótico... memoria de barro, lodo. Qué bien que te tenemos por acá. Primeras bellas ideas, primeros actos de habla detrás de un Golem que corre desnudo a encontrarse con su nombre.
Saludos
Angélica
quíen es?
es la mujer de los ojos árabes?
es ella??
eh?, eh?
que me conteste!
Esa mujer que anda en el margen, quién es? eh?, quién es?.
Es alguien que me debe una poesía sobre las tortas, alguien que prometió obsequierme una poesía sobre las tortas?
Soy un estúpido, ante ustedes mugrosas, (con todo el respeto que me merecen sus desos) heme aquí un fiel admirador de esas mujeres que escriben...
Publicar un comentario