domingo, 29 de junio de 2008

El extraño mundo de un nómada...

Primero que nada quería obligarme a escribir una entrada que empezara con el artículo masculino, sólo porque me di cuenta que casi todas mis entradas empiezan con un "la" y no es a propósito.

Y siempre quiero escribir menos, para no asustar a la gente, pero termino escribiendo mucho, pero qué quieren, esto se está convirtiendo en mi diario público, con cosas que tienen que sacarse de mi cabeza para no llegar a la locura completa tan pronto.

Y finalmente, esta entrada será de lo más codificada, ya estoy acá en la ciudad tan lejana en que viví tantos años, la ciudad de mis posgrados. Es tan raro, es como si tuviera que ponerme un disco duro nuevo y cargarme un sin fin de contextos y conceptos: traducir todo, adaptar todo, reaprender mi personalidad geográfica.

Mañana tendré mi primera clase después de meses de no darlas a este nivel, ya tengo ideas nuevas, y veremos qué sucede. Por lo pronto, es raro estar de vuelta sin mi hija, nunca he estado ni estaré tanto tiempo alejada de ella, sin contar con las veces que por razones apremiantes y devastadoramente médicas en que tuve que estar internada en el hospital.

Aquí estoy, mañana daré clases y espero, terminaré la última corrección de Babel, el otro deseo que he gestado en mi vientre.

Esta entrada es tan crítptica, y con los dedos de una mano cuento a las personas que entienden de qué hablo, las únicas personas que pueden importarles esto, las mismas de las que desgarradamente me alejé hace tantos años, para permitirme vivir, la misma vida que me ha partido en dos.

Aquí aprovecho para decirles cuánto las quiero, lo que significa para mí, como al bulto, haber revivido, tener la oportunidad de estar de nuevo, lo agradecida que estoy de que me hayan mantenido a mí, a la de verdad, viva, latente, ahí en algún sitio, y hoy siento que vuelto a ser yo misma.

pd. Pensé que a más personas les resonaría la procrastinación, pero a lo mejor por procrastinar, nadie dejó un comentario . Igual, espero que en mi nombre procrastinen mucho, y sobre todo, cuando es santamente necesario.
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jueves, 26 de junio de 2008

Procrastinar

pro·cras·ti·nar

(Del lat. procrastinare)
Diferir, aplazar. (RAE)
Postergar actividades o situaciones que uno debe atender, por otras situaciones más irrelevantes y agradables. (Wikcionario)

etimología: pro- (adelante) y crastinus (relacionado con el mañana)

O sea, que en buen mexicano tiene que ver con aquella variación del dicho:

"No dejes para mañana lo que puedes hacer pasado mañana"
(Dominio popular)



Este verbo, a pesar que puede encontrarse en el diccionario de la RAE, y que proviene del latín, nunca lo conocí ni lo usé hasta que empecé a vivir en inglés. Procrastination o el verbo to procrastinate, es un verbo muy común en inglés, y uno que encontré que me venía como anillo al dedo. Y es que hasta ya mis veintitantos años no me había dado cuenta que había un verbo perfecto para un fenómeno que suele tomar posesión de mí. Y es que no es lo mismo decir diferir o aplazar, estas palabras son muy específicas sólo al cambio temporal a futuro de cierta labor, no, yo necesitaba un verbo que hablara de esa sensación de querer barrer bajo el tapete del gran atestado salón que es mi mente, ese insidioso cargo de conciencia que es la responsabilidad de hacer algo que uno tiene que estar haciendo y que realmente no quiere hacer.

Mi querida madre, que sólo hay una (...chela en el refri...) me diría que no tenía porque embarcarme en una aventura épica-semántica, cuando ella desde que yo era niña tenía un verbo apropiado para esa maladie tan dandy que me aquejaba, y hoy también les dirá que eso se llama en buen cristiano holgazanear, echar la flojera, o ser irresponsable ("El flojo trabaja doble" Mater dixit)

Pero no, yo no estoy de acuerdo, procrastinar es esa necesidad creativa de realizar labores intrascendentes, hipnóticas y enajenantes, apendejadoras de la ética y el compromiso.

En buen zamorano:

No hacer lo que uno tiene que hacer pues, para dejar que las ideas se marinen bien.

Yo soy el cliché andante (y paseante por aquello de la procrastinación dandy y artística del flâneur de Baudelaire, o de nuestro buen Duque de Job) del creador artístico, del poeta desordenado y tilichento (y me parece delicioso que mi buena Angélica, con su perfeccionismo y su metodismo sea una perfecta antítesis, aunque mi buen marido dice que soy a perfectionist slob, que quiere decir alguien que puede ser muy desordenado y desobligado, pero perfeccionista cuando de verdad le interesa y se compromete a ello).

Ya ven, esta misma entrada ha sido, el ejercicio de mi orgullosa procrastinación, de todas las cosas que debería estar haciendo ahora, fruto de mi usual ansiedad antes de un viaje.

Feliz procrastinación a todos ustedes.


* Entrada por traducir al inglés, ya que me parece es de interés internacional



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martes, 24 de junio de 2008

La mujer desmontable

"La sensación de poder mágico de Sylvia, la mujer adjetivo,la mujer decoración,
la mujer desmontable y plegable que presenta todas las comodidades de la vida
moderna, privada de todo, hasta de individualidad y unidad y
por eso poderosa" (Donoso, 70)


Esta cita pertenece al cuento "Chattanooga Choochoo" de José Donoso que es parte de Tres novelitas burguesas, un cuento delicioso de la vida posh de un grupo de parejas de clase media-alta. Un sensual trinomio en donde "el otro" descubre a la mujer, Sylvia, frente al espejo desmaquillandose con un vanishing cream que no sólo se lleva el maquillaje y los artificios sino la boca también, y su esposo la castiga desarmándola y guardándola en un baúl, pero la venganza de Sylvia viene cuando es ella la que desarma a su amante, su amante enloquecido por ser él quien pintara la boca roja sobre la cual prenderse.

¿Y a qué viene todo esto sobre la mujer desmontable? Nada en relación a la violencia o la literatura (aunque ahí queda la invitación a su lectura), sino simplemente la referencia a la preciosa imagen de la mujer desmontable.

Esta que escribe es de cierto modo también una mujer desmontable, o desmontada y rearmada. Ya sea por razones funcionales, urgentes, naturales, accidentales, reconstructivas, etc., este cuerpo que escribe, calculo yo, carga algunos cientos de puntos que iridescen a la media luz.

Una mujer hecha de ratazos, con una piel que ha sabido desgarrarse y llevar la cuenta indeleble de eventos devastadores y placenteros.

Me despido por ahora para ir a destejerme, borrarme
la boca como Sylvia, y echar con llave la voz, borrar los ojos para hacer la penumbra e invitar al sueño, desencajar de su engrane los brazos y guardar las piernas bajo el lecho, esperar a la mañana y reintentar la empresa de eregirme en un cuerpo que se sienta uno, que me engañe con la idea de estar completo.

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lunes, 23 de junio de 2008

De escritoras violentadas

Lady Vivianne hizo un excelente comentario sobre la violencia en las mexicanas Guadalupe Dueñas y Amparo Dávila, quizás Lady Vivianne pueda ahondar más en la violencia en estas escritoras.

Me llamó la atención que mencionara a la argentina Silvina Ocampo (a quien tenía yo ya la intención de mencionar), que para aquéllos que no la conozcan fue la esposa de Adolfo Bioy Casares y eterna amiga de Jorge Luis Borges, de hecho los tres mantenían una amistad intelectual y emocional muy profunda. Silvina fue una gran poeta y una gran escritora de ficción, y pensaremos que con nada más y nada menos que la mancuerna de Bustos Domecq todas las noches cenando en su casa algo bueno tendría que tener. Lo cierto es que tanto Bioy como Borges deben lo mismo, si no es que más a Silvina, que lo que Silvina les debe a ellos.

¿Por qué entonces no se conoce más de su obra? Si en Argentina la atención en Ocampo es poca, en México es nula. Y es que con esas dos figuras opacándola se entiende, además de que impera sobre ella también la figura de su hermana Victoria Ocampo, editora de la revista del grupo "Sur" a quien se le debe el empuje y la publicación en Latinoamérica de grandes escritores latinoamericanos y europeos.

Silvina era tímida, pero titánica en su escritura, a todos les recomiendo su libro de cuentos "La furia". Se ha resaltado mucho en su escritura la presentación de una niñez cruel y asesina. La violencia en ella se plasma de una manera sutil, pero fatal. Y también se aprovecha de ese síndrome de Casandra que yo mencionaba, las voces narrativas en ella son voces desacreditadas por ser niños, animales, prostitutas, locas, amas de casa reprimidas, borrachos, etc. Silvina usa su debilidad (aparente) para mostrarse poderosa, nos hace creer como lectores que nosotros sabemos más que ella o sus narradores, y en eso está su genialidad.

Ahora que me he puesto a pensar en ella porque leía en el Mural sobre Elena Garro, lo curioso es que ambas fueron marcadas por la presencia de Bioy en sus vidas, pero más importante que ese dato biográfico alevoso, está que a ambas sus biografías han obnibulado la atención en obras narrativas inmensamente ricas, completamente exiliadas de las antologías y críticas de sus naciones.

Elena Garro también tuvo una presencia fuerte de la violencia en su escritura, una violencia paranóica. Y ambas resultan violentadas con el enmudecimiento que sufren, con la atención en sus vidas personales y sus asociaciones románticas con figuras como Paz y Bioy, y por sus equivocaciones o excentricidades (mismas que no pesan igual en la recepción de sus contrapartes masculinos). Sería necesario y prudente realizar un estudio de la recepción de ambas escritoras.

Y bueno, les dejo el link al artículo de el Mural sobre la revalorización de Garro como la mejor escritora mexicana después de Sor Juana.


http://www.mural.com/cultura/articulo/433/864236/
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domingo, 22 de junio de 2008

Las cosas que odio de las lecturas de poesía (entrada violenta)

Sin estar libre de pecado tiro la primera piedra y todas las que siguen en contra de un montón de cosas que suceden en las lecturas de poesía. Que conste que estoy consciente de que yo muy seguramente incurro en conductas enervantes, pero aun así, quiero describir las cosas que verdaderamente me molestan cuando voy a escuchar poesía.

1. Los que leen con un tonito fantochón, exagerado, y a veces, suenan como párraco dando misa.
2. Los que no tienen la profesionalidad de preparar los textos que van a leer, traerlos ordenados, y no tener que estar buscándolos entre revistas y libros.
3. Los que no imprimen sus textos, para presumir mientras buscan el poema, todas las publicaciones que tienen.
4. Los que con decir "puta madre" se creen que son magníficos poetas que dicen las cosas como son, pero sólo buscan ganarse al público con el truco fácil.
5. Los que usan metáforas vacías, y no dicen absolutamente nada, que van sólo hacia la extrañación en el lenguaje.
6. Los poetas hombres que se ganan la risa y la ovación haciendo poemas chuscos en donde cosifican a la mujer al compararla con una muñeca, una alberca, una computadora, etc.
7. Los que hacen chistes poéticos, poemas que no son más que chistes escritos con metáforas y con un lenguaje oscuro. Para hacer eso ahí tienen a Catón que hace variaciones como "realizó lo que un aire suave de pausados giros al Benemérito de las Américas" por "le hizo lo que el viento a Juárez".
8. Los que escriben aforismos en vez de poesía.
9. Los que, como me dijo una vez muy acertadamente el buen Neri, se quedan en el momento catártico.
10. Los que comienzan con un: ...pues yo no soy poeta, pero les voy a leer un cuento.
11. Todos los que piensan que cualquier cosa que sea argentina es elegante y sofisticada.
12. El que explica sus poemas antes de leerlos.

¿Y a ti qué te molesta de las lecturas de poesía?

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viernes, 20 de junio de 2008

La violencia, parte II: La violencia en la mujer

La caracterización de una mujer violenta en la conciencia popular siempre incluye el adjetivo de “histérica”. “Histeria” es una palabra acuñada por Hipócrates para describir a las mujeres cuyos úteros se habían vuelto tan ligeros y áridos que subían por el cuerpo aplastando el corazón y produciendo sofocación y locura, todo esto a falta de práctica sexual. Esto en boca de un buen mexicano quiere decir que “se volvió loca de las ganas” o aquello tan políticamente correcto (nótese el sarcasmo) de “le hace falta una buena…”

No hablaré de los indignantes tratamientos de antaño para estas mujeres, sino en los signos y síntomas de la histeria. Si bien el día de hoy histeria no es un término reservado sólo para la mujer, no puede separarse del todo de lo femenino por su relación etimológica pero también por lo que se entiende por ella el día de hoy: un desorden psicológico que se caracteriza por el desbordamiento y excitabilidad emocionales, y una incapacidad de controlar sentimientos excesivos que incluyen el miedo, la tristeza, la ira, la euforia, etc. sobre todo con la aparición desenfrenada de lágrimas y risas. La mujer por ende, es candidata idónea para este tipo de desordenes, por su “propensión” a manifestar (abiertamente) sus emociones.

Histerias hay muchas, masiva por ejemplo, o la ceguera histérica por citar otro caso, pero sobre todo se entiende que la histeria no se arraiga en ninguna razón biológica o física. Laurie Layton Schapira es sólo una de las analistas que relacionan a la histeria con el mito de Casandra, el oráculo que vaticina la caída de Troya en la figura de Helena, y a quien nadie cree. El complejo de Casandra es pues, la pérdida de la credibilidad a causa del estigma de la histeria, de no ser visto como alguien que puede controlar las propias emociones. En otras palabras pues, el que siente demasiado no es de fiar.

Y esto me parece muy a propósito con la pregunta de cómo escribe la mujer la violencia, a diferencia del hombre. En pláticas con Lady Vivianne y Doña Herminia Guardagujas pensábamos en una violencia (ojo, literaria) no basada en el mismo acto de violencia física, como sería la mutilación o el asesinato, sino en las consecuencias psicológicas, emocionales y físicas del acto de violencia, las consecuencias tangibles a los sentidos, al corazón y a la mente. Además de la capacidad de la mujer para asimilar la violencia por su familiaridad con el dolor.

Bueno, dejo esta entrada corta (en comparación con las anteriores) y continuaré en las siguientes con algunos ejemplos de cómo se trata la violencia literaria en la mujer, tanto en cómo escribir la violencia y la violencia en el acto de escribir, además de la voz del oráculo y la desacreditación de la voz femenina.

Y hago una invitación a compartir ejemplos o ideas en cuanto a la violencia literaria (o física) en la mujer.

No haciendo feminismo ni mujerismo, pero explorando temas femeninos, suya por siempre,

Lady M.

Poema violento

Sólo poseías mi boca para callarla,
para estrangular mi aliento.

En el umbral de la gran casa
me dejaste tocar tu intacto pecho,
contar el número perfecto de tus costillas,
y antes de marcharte me agradeciste
cada uno de mis seis malogrados conjuros,
jactancioso de haber arruinado,
para siempre,
cualquier tipo de comunicación entre nosotros

Yo no quería dormir
atrapada
bajo tu peso,
yo quería andar unida a ti
por la cadera.

Nunca te alimenté,
no pude lograr que
palabra por palabra
te tragaras mi poesía.

Olvidé escribir en tu amplia frente
la mágica palabra que me protegiera.

Ningún amuleto creció de mi pecho,
que detuviera tu mano de gran niño
que amasaba encantado
mi corazón
(o por lo menos mi seno izquierdo)

Con tu cruel e infantil desenfreno
lo estrujabas
hasta hacerlo callar,
y después,
pronto al hastío,
lo tirabas
con el resto de las entrañas de las bestias del matadero.

(Copyright Lady Mondegreen)

jueves, 19 de junio de 2008

La violencia, parte I

"Empiezo a escribir en forma tan arrevesada,
cortando a machetazos los párrafos."
(El desbarrancadero, Fernando Vallejo, p. 39)

Violencia es una palabra a la que uno se acostumbra, a veces más, a veces menos, dependiendo de la sociedad en la que nos toca vivir. Lo verdaderamente tétrico es la ataraxia ante una violencia ya domesticada, ya del día a día. Leer el periódico en México a veces es así, puede uno sentirse impotente y frustrado por ejecuciones, enfrentamientos entre la policía y el crimen organizado, y actos de corrupción y criminalidad de parte de los mismos que están para imponer el orden; pero desafortunadamente todo esto es parte de una violencia que está ahí, pero que parece estar separada de uno por un muro de cristal. Esa violencia enoja un poco, pero parece no tocarnos muchas veces, y uno termina acostumbrándose a ella.

Hay otro tipo de violencia, que está hermanada al horror, una violencia que tiene tal saña que nos deja vacíos, incapaces de comprender y obsesionados por hacerlo, con un morbo de lector de notas rojas y el Alarma!, quizás pensando que si se desentraña todo la vida volverá a tener sentido, o tal vez encontraramos la manera de evitar que una cosa así volviera a suceder, pero sobre todo, me parece, esa morbosidad de seguir leyendo, de seguir desgajando la cebolla, es la necesidad de encontrar elementos cada vez más inusitados, hasta que pueda lograrse la sensación de inverosimilitud. Dicho de otra manera, con una lógica ingenua, si podemos lograr que esa violencia parezca imposible, es como si no fuera cierta, y tal vez la conciencia pueda descansar.

Estos últimos días la violencia en la prensa, nacional e internacional ha sido tan fuerte que no quiero ni siquiera comentar los casos individuales, me siento asqueada y rota.

Y toda esta violencia me ha puesto a pensar en otro tipo de violencia, en la violencia literaria, y me acordaba del seminario graduado que tomé con la profesora Borinsky, de violencia y literatura, en donde leímos a diferentes autores latinoamericanos: primero que nada al buen Fernando Vallejo, que todos deben identificar con La virgen de los sicarios, de él leímos un texto distinto, con una violencia no tan obvia como en aquella novela que se llevó al cine, sino El desbarrancadero. Leímos también La santa muerte del mexicano (y paisano mío de Michoacán) Homero Aridjis que retrata la suntuosidad del mundo del narcotráfico y el crimen organizado en México, con una inquietante (y cierta) religiosidad oscura que es el culto a la muerte; y una obra genial de José Donoso, que más que violencia sexual, trata de la sexualidad violenta: La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria.

Lo que más me impactó no fueron las descripciones de imágenes de violencia física o sexual que son más obvias, sino el texto de Vallejo que de verdad explora la violencia de una forma global, y completa. La violencia no está en el asesinato, la violación o la mutilación, sino en la forma en que se violentan (valga la redundancia) los espacios, los nichos, los conceptos, las mismas frases que son íntimas, familiares, personales. Parte de la novela incluso me hizo recordar El mundo feliz de Aldous Huxley, en el que la violencia y la vulgaridad estaban en el núcleo familiar y en todos los valores éticos y morales que eran parte de la primitividad del pasado (que es nuestra propia actualidad). Así mismo en El desbarrancadero, el amor maternal es "el grillete de una felicidad obnibulada" (43). Del mismo modo el arraigo patriótico, cultural y geográfico son espacios violentados.

Dos partes verdaderamente me fascinaron, la cita a continuación cuanta cómo el narrador le está enseñando a leer a su hermano pequeño, no con las consabidas frases con las que todos aprendemos a leer en español: "mi-ma-má-me-a-ma" y "el-pa-pá-pe-pe", sino con frases que van a violentar ese campo fonético y semántico, lo abyecto está, no en la significación de estas palabras, sino en la voz inocente que las pronuncia:

"En fin, iba la voz angelical de Manuelito silabeando las frases manuscritas
que yo le escribía en una hoja blanca, impoluta, con una aplicación
de su parte que hoy me parte el alma:
-'Dios-no-e-xis-te, pen-de-jo', 'el-dra-gón-ca-ga-fue-go'."
(Vallejo, 56-57)

De la misma manera el narrador habla de su proceso de escritura, y de la violencia que lo plaga, y que es evidente en la cita que usé como epígrafe y que repito a continuación:

"Empiezo a escribir en forma tan arrevesada,
cortando a machetazos los párrafos." (Vallejo, 39)

La revista Luvina dedicó su último número al tema de la ira y la violencia, en ella aparece un texto de Horacio Castellanos Moya "El cadáver es el mensaje: Apuntes sobre literatura y violencia" en él, Castellanos Moya hace un recuento de la transición natural de su escritura personal, luego de vivir la violencia de la guerra civil en El Salvador y el subsecuente exilio en México, el regreso a la patria y el momento de transición de la sociedad de posguerra a su nueva realidad más encaminada a la democracia. La transición de la escritura a la que se refiere, es una que pasa por el periodismo nuevo y emergente que termina imposibilitado y decepcionado en la ficción, en una narrativa que se convierte en espejo de la sociedad nueva que trata desesperadamente de acoplarse al cambio, en que la violencia de la guerra se trastoca hasta convertirse en una violencia criminal, en donde los guerrilleros y los líderes corruptos de antaño combaten el anacronismo al unirse ahora en el bando de la criminalidad para seguir subsistiendo. De ahí la emergencia de una nueva literatura identificada con la violencia (a pesar de que no hayan tenido una autoconciencia de corriente literaria). Esa literatura es en la que identificamos a Fernando Vallejo, Élmer Mendoza, Rubem Fonseca, etc. con novelas que resaltan por su desencanto.

La saña en el papel, sin embargo, es nada comparada con la saña de nuestra realidad, y mientras que la violencia literaria nos haga pensar como lectores (al saber que lo que se lee es una novela) que las premisas y las escenas son descabelladas e inverosímiles, que nos disturbe y nos evite la ataraxia que experimentamos, ante las mismas acciones impresas, no en la edición de lujo de Alfaguara, sino en el papel revolución y la tinta que nos mancha los dedos del periódico del día.

Yo espero que la violencia continue... en la literatura, y cese en nuestra cotidianidad, que la palabra violencia pierda el contexto de degollamientos y corrupciones, connote sólo el fuego agni del escritor, la violencia interna que proponga y que destace todo lo "ya visto, ya escrito". Y espero, además, que la literatura de la violencia no termine en otra corriente más: clicheada y tediosa, como las sagas latinoamericana del realismo mágico que se leen tanto en el extranjero, carentes de originalidad o propuesta, y que las "gabitas" (las "gabitas" son los salieris de García Márquez, prof. Lasarte dixit) han popularizado y empobrecido; además de mantener a la literatura latinoamericana y a nosotros mismos por ende, instaurados en la platina del microscopio que nos observa divertido y asombrado por nuestra "curiosidad".

He dicho.

martes, 17 de junio de 2008

Poems you will definitely not see at Poetry Magazine / Los poemas que no leerán en inglés en la revista Poetry

So the folks at Poetry Magazine "are grateful for the opportunity to read my poetry" but will not be publishing my poems. There goes my opportunity for my in-laws to believe I am truly a poet. No biggie. One of these days I may see my name in print in the "good old US of A". In the meantime, I'm writing them here, Why? Well, why not?

The Conquest

You were not looking for God’s unspeakable name on my body,
the skillful stroke of his ideogram on my face.
It was not my blood the spelling charm,
nor the ability for creation of my word what you were looking for.

For you I was only the ship
that soon you’d give to the fire.

You were only looking for
scented cardamom and ginger routes,
silky mulberry paths,
green tea-leaves and aji treasures;
and to hoist yourself proud
not fearing the fall from Earth’s precipice,
like a child who believes that the world burns out
when he closes his eyes.

You needed my tongue:
divine breath that on the first day
they blew in my mouth,
to open the scroll of secret routes
that ancient shamans hid
in each one of the thousand maids.

It was necessary to learn my speech,
but you only learned suckling from my breast.
Only under my sheets during the torrid nights
your sweaty fingers learned to decode hieroglyphs.

And you were suckered into believing
that only your mighty pen
would awaken this barbaric glossary.

You believed that only your ardent kiss
would ignite the gunpowder
that I,
silly me,
used to mix with water to make ink.

That only your hands would know how to open the book.

And that only in your land they give a man spade and quill
and they command him,
as Adam before,
to name all the new things,
that only two steps ahead are created
for his selfish wonder.

But they didn’t tell you that silent volcanoes don’t sleep,
they remain boiling,
always on the lookout.

Erastes, eromenos

They say that in ancient times the enjoyment of male flesh by virile lips
was the unique source for the knowledge of the gods.
Today you may undo yourself trying to prove that you’ve never tasted such delicacy,
but you keep the orchard fenced-in,
and only among rival virilities the fruit of knowledge is served.

But I, subversive, dared to learn
from the one who didn’t want to teach me
(openly)
beyond the scream of the paper ripping.

I was born stone furrow,
with flesh formed only under the chisel.

No one rushed to hit me to make me speak.

I can’t conceive coarse artisan hands creating the world,
when even before anyone dared to eat,
my hands already kneaded the fruit until it bled:
food of immortals.

I had to prove that I could self-immolate for my child offense,
your terror of not finding your beloved instrument in between my legs;
how eager my hands tasted my foreign ribs,
agonizing to be clean slate,
unknown stone.

I sewed my lips with silence so I wouldn’t horrify you with the shape of my sex.
And every night I had to repeat my litany of not speaking of pain nor children’s cries.

And I had to cut the constant flow of salt
of this great house that leaks even during drought.

All my effort was on the search for a phallus to give to my letter,
dreaming about inventing a binary alphabet
that would hide away my Siamese formula.

A man loves his neighbor in order to instruct him,
however,
he does not love a woman but to learn through her unawareness.

When you spoke of your imaginary crusades,
when you evaded my questions born out of my tormented naiveté,
with my ridiculous and amused desire
(the same you never found lucrative to exploit)
I learned many secrets,
everything your tender flesh ignored:
a bounty of trivialities.

I have built my room with stolen things,
and I no longer hide my natural drive to possess.

While you want to sweep under the dust
that I did not offer your body away to save myself.

I do not wait with desperation by the door,
fearing you may come to claim your baggage,
they are all things lost in a long and heated journey,
things buried down in a lost and found that no one misses.

Instead, I patiently care for the box,
tied up with my meticulous nostalgia
and the silk ribbon I finally ripped off my tireless wound.


I have started to doubt
this intelligent design,
not because I am unable to believe,
stubbornly,
in a figurative speech.

But because you gave to me:
no sense of space,
the credibility of reptiles,
curves that his hands
had to touch in order to believe,
and the ability to learn
only through my errors.

Another story tells
that you tried everything more than once,
and that every failed pot
could not utter your name.

That you were a father
only when he gave you the term,
just as I
carry the name of his lust.
That in every place you searched for matter
to give him flesh.
you played with textures,
with materials.

And that only until he shouted your name
you didn’t think that what was made
was good.

I don’t know if really I come from him,
because I don’t feel
like perfected creature.

I identify myself more with your mistakes,
with the abject that is mixed again with the dough
to try once more.

Let him boast a little more
of being your beloved son,
your chosen people.

I want to be the instrument of your leaning.


You only possessed my mouth to silence me,
to strangle my breath.

On the great house threshold
you let me touch your intact chest,
and count the perfect number of your ribs,
and before you left you thanked me for
each one of my six failed spells,
smug about ruining,
forever,
any possible communication between us.

I did not want to sleep
trapped under your weight,
I wanted to walk around attached to you by the hip.

I never fed you,
and I couldn't make you eat,
word by word,
my poetry.

I forgot to write on your wide forehead
the magical word that could protect me.

No charm grew on my chest,
to stop your big child hand
that kneaded, in amazement,
my heart
(or at least my left breast)

With cruel and childish frenzy
you crumpled it
until it spoke no more,
and later,
prone to boredom,
you threw it away
with the rest of the guts of the slaughter house beasts.

Luck of the draw... o... la vida es una tombola

A love poem for Tim, originally written in English and its barbarian and mutilating Spanish translation.

Un poema de amor para Tim, escrito originalmente en inglés y mutilado barbáricamente en su traducción al español.

You sure drew the short end of the stick
De verdad que saliste perdiendo
with this woman that knows nothing
con esta mujer que nada sabe
(nor she cares)
(ni le importa)
about feng shui,
del feng shui,
shabby chicness,
lo que es shabby chic,
or the name-brand handbag your sister cherishes.
o la bolsa de diseñador que idolatra tu hermana.

No, esta mujer sabe sólo lo que son las kenningar, cada canción de
Lennon-Harrison-Starr-McCartney, y los secretos rituales nocturnos que realizas
antes de dormir, aunque creas que pasan desapercibidos.

But this woman knows what your fingers clutch and smooth out, the nightly ritual you perform for your peaceful and nightmare-free sleep.

Not a proper woman,
(a proper woman drinks her tea at five with her pinkie hoisted up, she likes marmite and wrinkles her nose at wonder bread, and makes sure the top sheet is always tucked under the mattress before going to sleep)
No es una mujer como se debe,
who'd know her wine
que conozca bien de vinos, por su cosecha y su sabor, y no por las obsesiones o las más
inusitadas metáforas que le provoque el alcohol,

or about Guy Fawkes.
que sepa quién chingados fue Guy Fawkes (antes de que saliera la película de Natalie
Portman),

No, she really couldn't care less
y no podría preocuparle menos
about making her bed each morning,
tender su cama a diario,
putting the toothpaste cap back on (whether at home or at our folks')
ponerle la tapa al tubo del dentrífico
or ironing your shirts and creasing your pants.
o plancharte las camisas, y dejarles raya a los pantalones.

The only things she's truly proud
Lo único que verdaderamente la enorgullece
are two or three perfect poems (that you'll never truly understand)
son dos o tres poemas perfectos
and an elephant's memory
y una memoria de elefante
for trivia
para trivialidades
and her well-beloved resentfulness.
y su bienamado resentimiento.

jueves, 12 de junio de 2008

Lost in translation

Irremediablemente algo se pierde en la traducción, un cierto polvillo dorado se desprende y se mantiene en el aire por algún rato hasta desplomarse al suelo. Yo miro a contraluz, tratando de ver qué parte del sentido se perdió, y a veces trato de sacudir las superficies con la mano, para ver si puede recogerse un poco de ese sentido perdido, acumularlo en una bolsita de lino para ver si algún día puede hacerse algo con todos esos residuos, soñar con un poemario hecho de retazos.

Todos los que nos dedicamos a la traducción, ya sea profesionalmente o por la realidad de una vida situada siempre al borde, sobre la frontera entre la comunicación y el entendimiento; todos nosotros nos sabemos de memoria la cantaleta de que no somos nada más que traidores. Somos cruzados buscando el santo grial de la traducción perfecta, esa utopía imposible.

Ya son muchos años para mí de ser boca, interpretando llamadas de negocios de larga distancia sobre tecnología y cosas de las que yo no sabía nada cuando era todavía adolescente, esas llamadas que me forzaron a sobreponerme de mi timidez y que le hacían ver a mi papá que toda su inversión en mi educación redituaba de alguna manera. Años de hacer traducciones de todos los tipos, descubrir que no odio nada más gramaticalmente, como odio la redacción tecnológica anglosajona, que gusta de ayunar de verbos, y estivar palabra sobre palabra convirtiéndolas, sin más trabajo que un truco de magia barato en adjetivos.

He metido mi cuchara en textos tan disímiles: con mis palabras se propuso al gobierno de Guatemala (¿o sería al de Belice?) fabricar billetes de polímero con ventana de seguridad (como los veinte pesos de aquí que parecen de plástico) y mi voz escrita todavía debe enseñar a madres latinas técnicas para dar el pecho a sus hijos cuando tienen labio leporino, en los folletos en los que voluntariamente trabajé para los nazis de la lactancia (muy loable su labor, aunque un poco intransigente) que es La Leche League.

Sin duda mi trabajo favorito en traducción ha sido la traducción de libros de texto, traduje, adapté, escribí y corregí libros de texto para estudiantes de educación básica, uno de mis proyectos más interesantes fue traducir un libro de actividades para kinder, apenas tenía un puñado de palabras, pues los niños todavía no aprendían a leer, pero había que adaptar más que nada, porque apple de apenas dos sílabas es demasiado larga en español man-za-na, hacer listas de monosílabos sol pan mar y hacer anotaciones para los diseñadores gráficos de las imágenes que quería que acompañaran a mis palabras. Esto ha sido lo más cercano que he llegado a la traducción literaria remunerada.

Ya no es posible dejar de traducir, me encuentro haciéndolo a todas horas, es como mirar la lengua escrita en un espectacular, en la caja de los Corn Flakes, o hasta el graffiti en un baño público, es imposible no leer. En mi vida personal, al vivir entre dos lenguas siempre interpreto, siempre traduzco. Nunca he trabajado profesionalmente como intérprete simultánea (sólo consecutiva), pero me di cuenta que cuando estoy escuchando un discurso, una conferencia, o simplemente a alguien hablar que amenaza con sumirme en el letargo, dejar que mi huidiza mente corra o me duerma, descubrí que si interpreto simultáneamente moviendo los labios permanezco ahí sin perder atención, tal vez incluso pudiera hacer traducción simultánea ahora.

Los gajes del oficio son muchos, entre ellos está el encontrarse intentando traducir en la propia lengua, un imperativo de tratar de explicar, de buscar siempre la frase más eficiente, más fluida, más sonora, e incluso más bella. Siempre buscando la enunciación perfecta, odiando las instancias en las que es necesario el vergonzante y condescendiente “N. del T.”

Walter Bejamin se preguntaba en “The task of the translator” de para quién traducimos un texto, ¿para alguien incapaz de comprender el original? esa idea hace del lector y de uno mismo por consiguiente, seres empequeñecidos… impotentes… Es imposible pensar en una traducción que desprenda del sentido el invaluable polvillo de oro, irremediable es que las palabras del autor lleguen a los oídos extranjeros mutiladas, pero también llegan con algo más, con otras extremidades y otros sentidos, que yo que soy vía le doy, a veces la traducción dice más, añade, devela un poco más sobre aquello que el original describía.

Además de traductora soy poeta, y bueno, soy un montón de cosas más, pero esencialmente soy poeta. Ya estoy yo acostumbrada a buscar la palabra perfecta, a perseguir la musicalidad, a jugar con la sintaxis… Ambas labores se contaminan, y redacto mi texto traducido como escribiendo poesía, pero también escribo poesía echando mano de la traducción. Descubrí que un cliché, una frase hecha en una lengua al traducirse literalmente a otra puede resultar en una metáfora excitante. A veces pienso algo en una lengua y la escribo en otra para llegar a ideas más originales. A veces juego con lo que sería una mala traducción para lograr la oposición, el extrañamiento, el oxímoron… A veces escribo algo y luego lo traduzco, lo trabajo en la lengua extraña hasta que es diferente y vuelvo a traducirlo a la lengua original.

Quisiera aprender todas las lenguas posibles, pensar que la comunicación podría ser sin traducción, por alguna razón los traductores soñamos con un mundo en donde nuestra labor no exista, “Imagine there’s no translation, it’s easy if you try…” un lugar en donde seríamos obsoletos, pero el lugar donde además se nos borre el estigma de traidores. Tal vez la protolengua no era una, sino era múltiple, una lengua en que las ideas vienen en la única variante que exprese exactamente lo que queremos decir.

Uno de estos días voy a publicar un libro de poesía bilingüe que será a la misma vez una traducción extraordinariamente infiel, y maravillosamente poética, dual, un libro de lecturas diferentes, uno en una lengua, otro en otra, y una tercera posibilidad para aquéllos que puedan leerlo paralelamente.

Mientras tanto desde la sombra, sigo escudriñando el rayo de luz que se cuela de la ventana, buscando esas partículas áureas que danzan y se mofan de mí, al haberse escapado de mi boca.

martes, 10 de junio de 2008

La comezón de crear y de volver a visitar los recuerdos que no sirven para nada

Con la endeble arcilla de la memoria crear a un hombre pequeñito emasculado por mi alevoso uso del diminutivo al ordenarle que exista. Le había prometido, o tal vez jurado (me molesta tanto que la gente confunda ambos verbos), que nunca escribiría nada para él, tenía miedo que me arrancara la voz cuando sediento bebiera de mi cuello.

Miedo a qué más atinaría a quitarme, miedo del contagio, del envenenamiento, de la infección de lo abyecto.

Pero miedo, miedo de verdad, un verdadero delirio de persecución, tremenda paranoia debía sentir él del secreto vudú de afilados adjetivos y adverbios, de construcciones hiperbólicas y reinvenciones del sintagma fijo, que le enterraría en su femeninamente tersa piel con su olor a tabaco y a las ganas que yo le producía y que le dejaba sempiternamente a medias.

Sí, la memoria es arcilla, y así de fácil su recuerdo es múltiple, las imágenes pueden estivarse y acomodarse de distintas formas para que otro investigador semiótico venga a hallarles forma.

Crear a ese homúnculo, no para que cante mi nombre… qué deliciosa venganza decirle quedito al oído aquello de: Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y como siempre sólo haces como que me oyes y tu voz no me toca…

Ese hombrecito pequeño, preocupado como siempre por el sistema métrico, o el sistema inglés, debatiéndose internamente de con cuál de ellos saldrá siempre más airoso, menos empequeñecido. Ese Golem miniaturizado al cual darle cuerda por las noches.

Con la endeble arcilla de la memoria, se puede crear todo un ejército de soldaditos de carne, uno que se encargue sólo de dar besos a destiempo, en medio de una frase o antes de que parta el tren; otro será el sicario que espere siempre detrás de las puertas o al doblar una esquina en lo lúgubre de un noche de marzo, ése vivirá sólo para no poder quitarme el sabor acre del miedo; otra criatura de lodo tal vez aprenda a hablar como los loros, con su letanía artificialmente aprendida, ése repetirá cumplidos que regresan después de trazar un perfecto arco, a encajarse en el pecho como aquello de “siempre he pensado que voy a terminar casándome contigo” o “todo esto para ti es un juego” o incluso aquello de “yo te lastimé porque te quería."

Mi memoria, como ves, no es más que maleable arcilla, una a una se pueden crear todas las variaciones posibles con la nostalgia, y todas serán distintas y contrarias pero todas además ciertas. No habrá más que rascarse ese prurito creativo, y dejar que ese homúnculo tiemble y se moje preocupado por los piquetitos que mi punzón le dé para cerciorarme de que está vivo.
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