Anoche soñé que alguien demandaba de mí cierto acorde en la guitarra. Pero por más que mis dedos presionaban las cuerdas, en vez del cristalino acorde, sólo producía un acorde ahogado, plano. La voz me hostigaba: "más fuerza, acomoda mejor los dedos" pero seguía sin salir. Apenada trataba de excusarme, y noté entonces que tená las uñas crecidas. Con pena dije que iba a cortármelas, y entonces, decía esperanzada, "sí me va a salir".
Ése sueño me hizo pensar en lo abandonada que he tenido a mi guitarra, ¿pero qué le vamos a hacer? si los vecinos de abajo son demasiado sensibles al ruido. Pero ahora en la casa nueva, sin gente arriba ni abajo pienso tocar la guitarra hasta que se me vuelvan a endurecer las yemas de los dedos, y me salga sangre de tanto rasgar las cuerdas, y voy a cantar con más sentimiento que armonía.
La voz de mi sueño me hizo pensar en todas personalidades que la componían, en esa voz se sintetizan todas y cada una de las personas que contribuyeron a que aprendiera a tocar, con todas esas consignas que me dieron, el que me dijo que la música era un círculo perfecto, la que me dijo que para alcanzar las notas altas al acompañarme con la voz tenía que apretar las tripas, el noble amigo que intentó enseñarme progresiones por e-mail cuando estaba lejos, el que me dijo que la guitarra tenía que ser mi novio, y tuve que conformarme con eso porque definitivamente él no quiso serlo, el que creía con fe ciega que el ritmo del bajo lo era todo, aquellos que amablemente toleran mi ignoracia cuando en una fiesta alguien me pasa la guitarra y yo toco y canto las mismas diez canciones que a pesar de los años no se me olvidan.
Y también a aquéllos maestros de guitarra que tuve, incluido ése que a media clase llegó su esposa a decirle que lo habían contratado de músico profesional en el gabacho y así sin más se fue a media clase para no volver, y mis brazos se quedaron huérfanos añorando su guitarra eléctrica Gibson Les Paul en un precioso color verde escarabajo, en la que me enseñó a tocar una progresión de acordes bluseros.
En la preparatoria la guitarra fue el único novio que tuve, y practicaba todas las tardes sin descnsar en el cuarto con mejor acústica de la casa que era el baño. Pero ahora que pienso, más que novio, la guitarra no puede ser nunca más que una mujer, así, ella y yo mantuvimos un idilio sáfico y no debe ser casualidad que ahora viva olvidada en lo alto de mi closet.
Hoy volví a sacar esa guitarra y toqué A day in the life, la misma canción que toqué en clase de guitarra para mi evaluación, y descubrí, no tanto que podía tocar la guitarra, sino que podía cantar más o menos entonada.
Yo soy guitarrista de tertulias, no tengo talento para más. Pero cualquiera que comparta la misma callosidad de los dedos y sienta a veces, ese vacío entre los brazos, en el pecho, sin el escudo de una guitarra, entenderá estas palabras. A todos aquellos que me lean cuyas manos tengan esta misma necesidad les dedico este post.
Creo que somos muchos los que, a pesar de que cantábamos aquello de "yo, no quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, no me quiero casar, quiero tocar la guitarra todo el día" el día de hoy estamos titulados, casados y de una manera u otra trabajamos de sol a sol, con sendas guitarras recolectando polvo.
Un día de estos deberíamos juntarnos a tocar de nuevo.
Doña Herminia, yo sé que usted se apunta.
6 comentarios:
Lady Mondegreen:
Estoy conmovida hasta la lágrima por el post tan sensible, tan añejo; puedo decirle, orgullosa, que yo también la he retomado, aunque me falta mucho para volver a tener mis dedos endurecidos, tengo un buen maestro al lado, que me alienta y que canta conmigo. Sé que él también se apuntará. Por lo pronto, ya estoy practicando unas dos canciones, de las viejitas no, lo haré en breve, aunque ello implique que se me desguance un pedacito de corazón.
Hace dos semanas también me lancé al rescate, a casa de mis padres, y me traje la primera, la más linda, la que era de mi papá (no la que suena mejor, pero eso ahora no importa).
Poco a poco se va llenando el hueco.
Abrazos infinitos.
Doña Herminia Guadagujas
Yo nunca he dejado una guitarra asi a su suerte, siempre las tengo a un lado, sin embargo ahora la toco y me reclama "si guey me estás tocando pero... y todo lo demás" alguna vez toque vertiginosos (bueno para mi lo eran) Riffs y requintos acompañado de otra guitarra, un bajo y una bateria, haciamos tanto ruido como podiamos, y cada día la rola sonaba mas roquera, yo si nunca he sido guitarrista de tertulia, no puedo tocar en las fiestas no me se ninguna, pero pienso todo el tiempo el acordes, en riffs en requintos, en arreglos de violín, caray si pudiera poner en mis dedos los sonidos de mi corazón, sería un maldito Steve Vai.
Yo me apunto aunque no comparta el mismo tipo de rolas.
Por cierto al guey de la Les Paul, era para que lo madrearas y se la quitaras, claro para luego vendermela bara baraaaa... ¿Mamemo cachaste la indirecta?
Saludos
Pos es que usted sí tiene talento mi estimable Macaco...
Verdaderamente esa guitarra fue por la que de verdad he sentido una preponderante lascivia sáfica. Y me arruinó para todas las demás, yo creo por eso las Les Paul son el non plus ultra para en cuanto a eléctricas. Para acústicas les tengo ley a las orgullosamente michoacanas Monroy de Paracho, Mich.
Un abrazo, y aunqueno compartamos rolas, yo lo estimo mucho y lo admiro, y podría escucharlo horas tocando sus riffs y sus requintos, y si le vuelve la nostalgia metalera me lanzo al eslám y agito mi cabellera negra que para eso sirve.
Ya dijo, armaremos una buena sesión de Metallica, AcDc y pa rematar Rock and Roll de led Zeppelin, me cae que si dan ganas de desruir.
nost�lgico post, sobre todo porque siempre me gust� y me gusta la m�sica y como ud. dice algunos no tenemos el talento y vemos otras opciones, nostalgia por el "...pudo haber sido y no fue" como dijera Broges, en cambio ahora memorizo las melod�as y le pongo las letras que quiero.
saludos Lady Mondregreen
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