lunes, 26 de julio de 2010

Las salvajes


(Una traidora traducción infiel del original en inglés)

Las salvajes no son
las que andan en las calles de noche
vestidas de negro y acero.

No las que andan de cama en cama
ungidas de sudores ajenos.

Las salvajes
son aún más siniestras,
pagan impuestos y siempre ponen sus alarmas
por las noches.

Siguen las leyes de tránsito y votan.

Han amamantado y llevado a sus crías
amarradas al pecho.

Tienen la piel marcada
con cicatrices de otras heridas
y rodillas a carne viva
y de cirugías
(que los buenos modales
dictan no mencionar a la mesa.)

Las salvajes son aún más peligrosas.

Su barbarie
siempre agazapada dentro
lista
mientras llevan a sus hijos al colegio
o hacen la despensa.

A veces tienen posgrados
y puede que enseñen en universidades
o practiquen derecho,
o algo más
igual de respetable.

Le cantan a sus bebés
y los enseñan a leer

y se quedan estoicas cuando se desangran.

No arman escándalos.

Y a veces,
sólo a veces,
se resquebrajan
comprando verdura
en el supermercado.

P.Z.

martes, 20 de julio de 2010

En un lugar de la Mancha...

Porque tengo insomnio crónico de toda la vida, o porque soy voyerista (metiche diría mi mamá) siempre estoy revisando los libreros de los demás. No por criticar (aunque sí, me declaro snob literaria) sino por buscar algo para leer.

Conciliar el sueño es una de las cosas más difíciles que puedo imaginarme, y hacerlo en una cama ajena mucho peor, por eso necesito leer, ver la tele o perder el tiempo en internet. Hay un sitio donde a veces me quedo donde no puedo hacer ninguna de estas cosas, lo cual hace que me entre un ataque de ansiedad cada noche que tengo que pasar ahí ¿Por qué? No hay tele en el cuarto, bajan el switch del internet y en el librero de la sala sólo están los libros de la SEP y una enciclopedia del hogar.

Esto me sorprendió mucho la primera vez que me di cuenta porque, si bien en México el promedio de lectura es de un libro por cabeza por año (y mira que hay muchas personas que me han encargado su cuota) me parecía que en cada hogar tenía que haber por lo menos un Quijote. Que conste que no digo que todo hispano-hablante lo haya leído, sino que pensaba que junto con el canal 2, alguien se hacía cargo de que en cada hogar hubiera un Quijote y una enciclopedia Salvat roja (esa que creo que se vendía por metro en los setentas).

Ayer estaba esperando en una de esas salas minimalistas de un sitio público y noté que en el librero, además de un jardín japonés y algunas otras chucherías había algunos pocos libros (la mayoría de arte) y me pregunté si el viejo hidalgo se encontraba entre ellos.

y sí.

Ahí estaba.


¿Cuántos Quijotes habrá perdidos en libreros que nunca han sido leídos?

Mi pregunta del mes es: ¿Cuál libro no podía faltar en cada librero al que tenías acceso en tu infancia?

lunes, 12 de julio de 2010

La palabra al acecho

En la facultad el maestro Concho una vez nos dijo que "un libro te llega en el momento preciso", ahora creo que va más allá.

Una palabra llega en el momento que es preciso aprenderla.

Porque me pasa que nunca he escuchado una palabra (sobre todo en otros idiomas) y el día que alguien me la explica parece aparecer por todos los sitios.

Como si hubiera estado esperando agazapada, el momento exacto para devorarme.

¿Y a ti que embrujantes coincidencias te acechan?

viernes, 9 de julio de 2010

Ella habla sola

Ella habla sola.
Se inventa historias y universos
que yo sólo observo.

                   En ese mundo suyo yo no quepo.

Alguien ha de contestarle bajito,
le cuenta cosas fantásticas
y la hace reír
como no ha de reírse conmigo.

                    No me quejo.

Yo estoy siempre inmersa
en un  diálogo interminable,
                     un cuento que no se acaba
                     con los que no están
                     o están muy lejos.

En mi mente le hablo a una voz
que no he escuchado en años.

Me pregunto
si esas voces escuchan algún zumbido,
si de repente les llega esa insidiosa inquietud
de haber olvidado algo.

                     Quizás en esas noches de desasosiego
                     alguien a quien no escucho
                     me esté hablando quedo.

miércoles, 7 de julio de 2010

Todavía en la escuela

Este fin de semana iré a un congreso para profesores de portugués y español. Lo monumental de este evento es que mi universidad me envía y me reembolsará la inscripción (me dicen).

Nunca me imaginé como profesora, pero una vez que caí aquí descubí que me gusta, me frustra mucho, pero me gusta. Lo malo de la educación es que a veces no parece tener mucho campo de crecimiento, uno puede aspirar a la plaza o al tenure dependiendo de dónde viva, pero nomás.

Si alguien escribiera la novela picaresca de mi vida, mi motivación no sería ser caballero ni dama, como el buscón Don Pablos o Moll Flanders, no, la aspiración de mi vida sería tener tarjetas de presentación.

En toda mi vida profesional nunca he tenido una tarjeta de presentación.

Y sí, yo sé que puedo mandar imprimir unas yo misma.

Pero el ego está en que me las dieran.

Volviendo a lo mío, pues estoy tratando de decidir qué charlas y talleres voy a tomar. Hay algunas interesantes, algunas muy buenas para mi trabajo, otras literarias que me interesan que no tienen nada que ver con mis clases. Algunas de las que tomaré tienen que ver sobre cómo lograr que el estudiante realmente aprenda un idioma extranjero.

Y esto me ha puesto a pensar.

Uno de mis insidiosos miedos es pensar que nadie aprende nada de mis clases.

Sí, mis estudiantes aprenden al final a pasar el examen final.

Pero me pregunto qué es lo que realmente yo les enseño.

Ha habido casos que me llenan de orgullo. De los estudiantes que me pidieron les escribiera una carta de recomendación para ir a estudiar a Madrid o para un posgrado todos lo lograron.

Una de mis ex-alumnas, de hecho, estudia Lingüística y Pragmática en España.

Pero no me adjudico su éxito. Creo que mis estudiantes que han aprendido español lo han hecho por sí solos. Mi ayuda es meramente una orientación. Los que no, finalmente recibieron exactamente mi misma ayuda.

Y aunque me gusta dar clases (y aunque quisiera dar de Literatura que es mi especialidad pero nada más tengo de español y redacción) a una le queda ese saborcito del estancamiento.

Porque a pesar de los veintipico de años que fui estudiante y los muchos otros de ejercer...

...no salgo nunca de la escuela.

jueves, 1 de julio de 2010

Soy un algodón

"Soy un algodón"

Dijo M como proverbio de la descomunal sabiduría de sus cuatro años.

Con humildad le pedí que me explicara, a sabiendas que mi ignorancia de lo que se refería demostraba mi poco evolucionada y pedestre mente.

Su explicación fue algo así como que las muñecas están rellenas y tienen el pelo de algodón, así que las niñas locas que dicen genialidades como ella son algodones.

Ciertamente ella se había catalogado así después de decir algo con una chispa de locura efervescente.


Como una nube

como algodón de azúcar

como espuma de champán


Ser un algodón, me imagino, es ser loco no con esa locura abismada del dolorido poeta.

No, el algodón de la locura de M es fugaz e inalcanzable. Tiene la levedad de una brizna de polvo y se expande por el aire como un diente de león.

Necesito muchas reencarnaciones para entender y aspirar al maravilloso ojo de M.

Pero puedo soñar con algún día ser un algodón.
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