(Una traidora traducción infiel del original en inglés)
Las salvajes no son
las que andan en las calles de noche
vestidas de negro y acero.
No las que andan de cama en cama
ungidas de sudores ajenos.
Las salvajes
son aún más siniestras,
pagan impuestos y siempre ponen sus alarmas
por las noches.
Siguen las leyes de tránsito y votan.
Han amamantado y llevado a sus crías
amarradas al pecho.
Tienen la piel marcada
con cicatrices de otras heridas
y rodillas a carne viva
y de cirugías
(que los buenos modales
dictan no mencionar a la mesa.)
Las salvajes son aún más peligrosas.
Su barbarie
siempre agazapada dentro
lista
mientras llevan a sus hijos al colegio
o hacen la despensa.
A veces tienen posgrados
y puede que enseñen en universidades
o practiquen derecho,
o algo más
igual de respetable.
Le cantan a sus bebés
y los enseñan a leer
y se quedan estoicas cuando se desangran.
No arman escándalos.
Y a veces,
sólo a veces,
se resquebrajan
comprando verdura
en el supermercado.
P.Z.
2 comentarios:
Me encanta. Eres una salvaje, somos unas salvajes.
Gracias amiga.
Has dicho. Salvajes.
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