martes, 30 de septiembre de 2008

¿Y 'ora qué?

Hay pocas veces en la vida, bueno en la vida de los que tenemos un plan muy definido de lo que vamos a hacer los próximos años, en que por alguna razón nos vemos liberados de esos planes.

El universo se abre y nos hayamos libres, sin amo.

Hoy todo está abierto, todas las posibilidades ahí.

Mis manos y mis piernas tienen una ansiedad que no encuentra a dónde ir ni qué hacer.

Pero mi espalda se siente ligera.

Ya no llevo todo el peso del mundo sobre mí.

¿Y 'ora qué?

Pd. Feliz día de San Jerónimo a todos los traductores, intérpretes y simples "lenguas".
Gracias Tote por recordarme el día de mi santo patrón.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Elogio de la inutilidad

En la antigua China, alrededor del siglo X se puso de moda la costumbre de atar apretadamente los pies de las niñas con el fin de quebrar los huesos y deformar los pies hasta lograr los sublimes “lirios dorados” de no más de tres pulgadas de largo. El resultado no es hermoso, pero aún significaban el nivel más alto de belleza femenina. El propósito no se encontraba en detener el crecimiento del pie, sino de deformarlo hasta lograr una inhumana imposibilidad: un pie que no sirve para caminar.

La desvalidez en que dejaban a las mujeres era el verdadero propósito: una mujer que no puede caminar más que con pequeños y tambaleantes pasos era una mujer que no podía trabajar. Las desvalidas mujeres con sus lirios dorados eran muñequitas de porcelana a las que había que mantener en lo alto de una estantería: la mujer convertida en comodidad, en piedra preciosa, en arte-objeto.

La práctica es completamente salvaje y sádica. Pero esta visión de la belleza con respecto a su practibilidad vale la pena explorarse.

Es interesante pensar en la inutilidad como característica intrínseca de la belleza, la idea de que algo es bello sólo porque sí, y no porque su existencia responda a una necesidad, o sirva a un fin práctico.

No hay necesidad de irnos tan lejos a la antigua China, nuestro vernáculo mexicano cuenta con esa expresión para describir a alguien que no hace nada más que “tirar belleza”.

Pero esta entrada no es un reclamo en contra de una visión misógina de la mujer, sino un elogio a lo inútil, y es una idea de la que se nutrió también la vanguardia. Una de las imágenes más icónicas vanguardistas es la “Fuente” de Marcel Duchamp, un mingitorio firmado y presentado como entrada en un concurso artístico. Gran parte de la justificación de los objetos “encontrados” se encuentra en que todos estos objetos originalmente tenían un fin práctico, pero el artista los reposiciona y los saca de su realidad para ponerlos en un plano en el que son completamente inútiles, por ende convirtiéndolos en arte y a la vez reduciendo la interacción entre artista y arte.

La idea no es infalible, pero es provocativa y da de qué pensar.
Esta divagación me hace pensar en el conjunto de inutilidades de mi cuerpo y de mi mente. Todos los sinsentidos, la futilidad de tantas empresas, tantas maniobras.

Cuántas cosas que me pesan en la conciencia por su inutilidad, por su impractibilidad, pero aún así puedo consolarme al pensar en la belleza que radica en el hecho de que lo hice porque sí, sin beneficio, sin productibilidad, sin razón, sin motivo.

Sólo porque sí.

¿Qué arte has producido tú, sólo porque sí?

jueves, 18 de septiembre de 2008

uarhiiti ka achaati tiamu (mujer y hombre de metal)

En la cosmogonía purépecha cuando los dioses crean a los hombres que conformarán a la raza purépecha los hacen de metal, y a pesar de que Michoacán era el "lugar de pescadores", el imperio purépecha fue un pueblo fuerte que orgullosamente se resistió a la conquista azteca y de hecho los derrotó en las dos ocasiones en que trataron de doblegarlos.

Eréndira, una pricesa purépecha robó un caballo a los españoles y luchó sin miedo y con orgullo para defender a su pueblo.

En estos momentos de tribulación los michoacanos debemos recordar que somos un pueblo unido y con mucho orgullo, con una historia y una cultura muy rica. No dejemos que nos arrebaten esto, que nos amordacen y nos dividan por medio del miedo.

Mi tierra, mi personal Penny Lane, se encuentra amenazada, secuestrada. Mis campos de fresas, de manzanas de tierra y las temidas manzanas doradas.

Este último derramamiento de sangre es el acabose, pero no lo único que está sucediendo.

Ya pasó el momento de dolor, de luto, de duelo.

Hermanos y hermanas de metal, en nuestro lugar de lagos y pesacadores, y los que seguimos en el exilio en otros estados. Hermanos y hermanas mexicanos en general demostremos que podemos permanecer unidos para lograr la paz.

Mi pueblo no se atemoriza... Jamás se doblega.

* La imagen es de la película Eréndira Ikikunari de Juan Mora Catlett sobre la leyenda de Eréndira.

martes, 16 de septiembre de 2008

ioantani (llorar a gritos)

ioantani


(verbo) del purépecha.

llorar a gritos

………………………

Atentado terrorista en Michoacán



Michoacán es un estado mental

es un lugar de iridescentes peces

es un intrincado tejido de senderos.


Poderoso dolor de extremidad mutilada

que neciamente se rehusa a morir.



p’ameni
doler
iurhiri tsïtani
sangrar
jiuakuarhini
gritar
miskuarhita jauanhini
tristeza honda
no sési jásï úkua
maldad
jandiajku...
sólo...


...ioantani
...llorar a gritos
ioantani
llorar a gritos
ioantani
llorar a gritos



jueves, 11 de septiembre de 2008

De incitadores y voyeurs

Lady Vivianne es una incitadora.

O mejor dicho, Lady Vivianne es mi incitadora.

LV propone y me incita a escribir.

El dedo índice de su blanca mano, la misma de la redonda cicatriz que yo vi nacer, con el simétrico óvalo de la transparentemente esmaltada uña con su luna perfecta me apunta e indica la enmienda, el comandamiento, la orden de crear:

"Hágase la luz".

LV y Doña Herminia ponen la pequeña estampa bajo mi lengua.

DH me alimenta con pequeños bocados de sueños, y cuida que no se escurra de mi boca nada.

DH me hace gravitar en un cielo raso salpicado de diamantes.

En la redonda tabla me han hablado de todas las cosas secretas, de todas las observaciones que furtivamente hacemos.

Parece que todas sufrimos del mismo aquejamiento, del mismo pecado de agazaparse y aprenderlo todo... aprehenderlo todo.

En mi sueño, DH, en mi sueño, no soy más que un inmenso ojo. Con una boca cosida a la que no le quedan más dientes.

LV me ha pedido que escriba sobre el voyerismo.

Qué más decir que a veces me descubro yeso, cal, ladrillo, hierro.

A veces me doy cuenta que no he dicho una palabra en horas, y que me deleito cuando todos han olvidado que estoy aquí, presente, escuchando, observando.

¿Sabías tú que un año guarde un voto de silencio que tenía sólo las excepciones más elementales? Desde entonces, nunca he sentido que mi boca se haya acostumbrado a hablar otro vez.

Mi boca es un artefacto extraño.

LV, ¿quisiera que expusiera aquí todos esos secretos, todas las conjeturas que armé tras bambalinas?

Todo lo que el incógnito me obsequió.

Soy voyeur.

Soy flâneur.

De niña escuché una vez a una pareja hacer el amor en la habitación de hotel de al lado. Pero me interesaban más las trivialidades, las nimiedades que decían de vez en cuando.

Una vez seguí a alguien un par de cuadras porque no sabía como hablarle, porque quería saber cómo existía en mi ausencia.

Todo lo leo, incluso una nota manuscrita que, del otro lado de la mesa tengo que leer de manera invertida.

Pero lo que quiero, lo que de verdad deseo en este momento...

...Es que me cuentes tú ahora un anónimo secreto.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Picking scabs / Arrancando costras

I like to pick scabs. There is something morbidly delicious about ripping the dark pieces of coagulated blood off my skin. Beyond the repulsion, there is something soothing on the oxymoron of leaving raw skin exposed, something that makes me feel alive and chastised about feeling the ache, and the burn and the unequivocal feeling that I deserve to suffer because I went ahead and picked that scab.

Oddly enough, this is not the worst part. This is not the part I feel embarrassed about. Even though I sadly admit that Mom was right about telling me to leave my skin alone, when I look at the scar hieroglyphs of my body.

Oh no. This isn't the worst part.

My shame lies on the fact that I create scabs. I make myself bleed in order to have a scab to pick.

I couldn't believe there is actually a name for this: dermatillomania.

You may not see the worst, because my worst wounds are hidden under my hair. If I ever lose it all you'd find my head is a map.

You, among the world are the only one that knows this (before this confession). You know it, not just because you stop my idle hand creeping up to my head before I realize it. You know it not because you have seen my naked flagellated back. You know it not because you figured out there is something under my epidermis that demands a daily blood sacrifice.

You know it because the worst wounds I make sure to leave forever raw, forever bleeding, are those of my heart.

You keep wondering when I will let go, of something you didn't say, of something you didn't do.

I have a natural tendency to always bleed.

A vicious and resentful memory.

But last night I let you touch me.

Because I need you to dig your fingers in my wounds, your hand to search for something in the gash of my side.

So you'll see me, so you'll believe... once more.

_____________

Me gusta arrancar costras. Hay algo mórbidamente delicioso en arrancar oscuros pedazos de sangre coagulada de mi piel. Más allá de la repulsión, hay algo calmante en el oxímoron de dejar la carne viva expuesta, algo que me hace sentir viva y castigada por sentir el dolor, y el ardor y el inequívoco sentimiento de que merezco sufrir porque lo hice, porque me arranqué esa costra.

Extrañamente, esta no es la peor parte. Esta no es la parte de la que me avergüenzo. Aunque tristemente tengo que admitir que Mamá tenía razón al decirme que me dejara en paz la piel, al mirar los jeroglíficos de cicatrices en mi cuerpo.

Oh no. Ésta no es la peor parte.

Mi vergüenza está en que creo costras. Me hago sangrar para tener una costra que arrancarme.

No podía creer que existiera un nombre para esto: dermatilomania.

No podrán ver lo peor, porque las peores heridas están bajo mi cabello. Si algún día lo pierdo verán que mi cabeza es un mapa.

Tú, entre todo el mundo eres el único que conoce esto (antes de esta confesión). Tú lo sabes, no porque detengas mi mano ociosa avanzando furtivamente a mi cabeza antes de que me dé cuenta. Tú lo sabes no porque hayas visto mi desnuda espalda flagelada. Tú lo sabes no porque hayas descubierto que hay algo bajo mi epidermis que demanda un diario sacrificio sangriento.

Tú lo sabes, porque las peores heridas que me aseguro de dejar por siempre vivas, por siempre sangrando, son ésas de mi corazón.

Sigues preguntándote cuando lo dejaré que muera, algo que no dijiste, algo que no hiciste.

Tengo una tendencia natural a sangrar siempre.

Una cruel y resentida memoria.

Pero anoche te dejé tocarme.

Porque necesito que entierres tus dedos en mis heridas, que tu mano busque algo en la incisión de mi costado.

Para que finalmente me veas, para que me creas... una vez más.

jueves, 4 de septiembre de 2008

While my guitar gently weeps

Anoche soñé que alguien demandaba de mí cierto acorde en la guitarra. Pero por más que mis dedos presionaban las cuerdas, en vez del cristalino acorde, sólo producía un acorde ahogado, plano. La voz me hostigaba: "más fuerza, acomoda mejor los dedos" pero seguía sin salir. Apenada trataba de excusarme, y noté entonces que tená las uñas crecidas. Con pena dije que iba a cortármelas, y entonces, decía esperanzada, "sí me va a salir".

Ése sueño me hizo pensar en lo abandonada que he tenido a mi guitarra, ¿pero qué le vamos a hacer? si los vecinos de abajo son demasiado sensibles al ruido. Pero ahora en la casa nueva, sin gente arriba ni abajo pienso tocar la guitarra hasta que se me vuelvan a endurecer las yemas de los dedos, y me salga sangre de tanto rasgar las cuerdas, y voy a cantar con más sentimiento que armonía.

La voz de mi sueño me hizo pensar en todas personalidades que la componían, en esa voz se sintetizan todas y cada una de las personas que contribuyeron a que aprendiera a tocar, con todas esas consignas que me dieron, el que me dijo que la música era un círculo perfecto, la que me dijo que para alcanzar las notas altas al acompañarme con la voz tenía que apretar las tripas, el noble amigo que intentó enseñarme progresiones por e-mail cuando estaba lejos, el que me dijo que la guitarra tenía que ser mi novio, y tuve que conformarme con eso porque definitivamente él no quiso serlo, el que creía con fe ciega que el ritmo del bajo lo era todo, aquellos que amablemente toleran mi ignoracia cuando en una fiesta alguien me pasa la guitarra y yo toco y canto las mismas diez canciones que a pesar de los años no se me olvidan.

Y también a aquéllos maestros de guitarra que tuve, incluido ése que a media clase llegó su esposa a decirle que lo habían contratado de músico profesional en el gabacho y así sin más se fue a media clase para no volver, y mis brazos se quedaron huérfanos añorando su guitarra eléctrica Gibson Les Paul en un precioso color verde escarabajo, en la que me enseñó a tocar una progresión de acordes bluseros.

En la preparatoria la guitarra fue el único novio que tuve, y practicaba todas las tardes sin descnsar en el cuarto con mejor acústica de la casa que era el baño. Pero ahora que pienso, más que novio, la guitarra no puede ser nunca más que una mujer, así, ella y yo mantuvimos un idilio sáfico y no debe ser casualidad que ahora viva olvidada en lo alto de mi closet.

Hoy volví a sacar esa guitarra y toqué A day in the life, la misma canción que toqué en clase de guitarra para mi evaluación, y descubrí, no tanto que podía tocar la guitarra, sino que podía cantar más o menos entonada.

Yo soy guitarrista de tertulias, no tengo talento para más. Pero cualquiera que comparta la misma callosidad de los dedos y sienta a veces, ese vacío entre los brazos, en el pecho, sin el escudo de una guitarra, entenderá estas palabras. A todos aquellos que me lean cuyas manos tengan esta misma necesidad les dedico este post.

Creo que somos muchos los que, a pesar de que cantábamos aquello de "yo, no quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, no me quiero casar, quiero tocar la guitarra todo el día" el día de hoy estamos titulados, casados y de una manera u otra trabajamos de sol a sol, con sendas guitarras recolectando polvo.

Un día de estos deberíamos juntarnos a tocar de nuevo.

Doña Herminia, yo sé que usted se apunta.

martes, 2 de septiembre de 2008

La trece

nueve... diez... once... doce...

Sacando cuentas son doce las casas en las que he vivido. Dos departamentos se cuelan en ese número y un estudio amueblado en el que viví muy brevemente.

La estancia más corta fue de apenas un mes, y la más larga de doce años (de tiempo completo y un par más los fines de semana y los veranos.)

En doce sitios he respirado y posado mi insomne cabeza por las noches. En doce sitios han quedado mis lágrimas y el polvo, que sigo siendo yo, en un resquicio que por más que se barra no ha de estar nunca limpio.

La primera casa en la que viví ya no existe, en su lugar hay un pequeño edificio en donde hay un negocio de la Purina.

La casa en la que viví más años hace mucho que no he vuelto a verla, me dicen que la pintaron de un color verde perico horrible. Mi corazón prefiere no verla.

La casa en la que experimenté la felicidad más extrema, en donde me percaté de mi insignificancia en el gran esquema universal, en donde conocí el fondo de mi desesperación, debe seguir en donde mismo, en una ciudad que no sé si volveré a visitar. En esa casa tenía un cuarto enorme, sólo ahí y en el baño podríamos haber hecho una fiesta. En ese cuarto las paredes las pintamos de un profundo rojo cereza.

La casa de mi feliz ignoracia, de mi maravillosa ingenuidad, de mi idealismo extremo; sí, esa a la que con mis manos a carne viva y con mi sangre y mi sudor arranqué alfombras y papeles tapices negros con plateadas flores; pinté casi todas las paredes y el zoclo y los filos de las puertas; lijé y tallé la madera y volví a barnizarla; desnudé la tierra hasta que no hubo nada y planté, semilla a semilla mi jardín... Por esa casa volví a pasar, años después, y vi que en mi amado jardín ahora vive un flamingo rosa de plastico.

Esta semana me toca volver a empacarlo todo, cargar con una biblioteca que crecido y avanzado miles de kilómetros, que se ha eregido tanto en la costa del Atántico como en la del Pacífico. una biblioteca que empezó con una pequeña caja y hoy no me alcanza lugar para meter tanto libro. Ahora mismo, mi cama reposa sobre varios centenares de libros.

Al fin de semana, espero, comenzaré otra vez en la fatídica o afortunada número trece.

Nunca planée vivir en tantos sitios y odio desmesuradamente las mudanzas, pero un nuevo sitio trae siempre la promesa de todo lo que todavía no ha ocurrido.

Y tú ¿en cuántas casas has vivido?
Related Posts with Thumbnails