Siamese Twins. Fotografía de Diane Arbus |
"Ando buscando un hombre que se parezca a mí
para darle mi nombre, mi mujer y mi hijo,
mis libros y mis deudas.
Ando buscando a quien regalarle mi alma,
mi destino, mi muerte.
Con qué gusto lo haría,
¡con qué ternura me dejaría en sus manos!"
(Jaime Sabines)
para darle mi nombre, mi mujer y mi hijo,
mis libros y mis deudas.
Ando buscando a quien regalarle mi alma,
mi destino, mi muerte.
Con qué gusto lo haría,
¡con qué ternura me dejaría en sus manos!"
(Jaime Sabines)
"Tengo miedo de hallar mi nombre en otro sitio
y hallarla detrás a ella:
espejo brutal de mis carencias.
Debe haber alguien que lleve mi nombre
que comparta este miedo siamés,
este pavor idéntico.
No quiero saber de su existencia.
Que del otro lado de la tierra
ella me tema."
(P.Z.)
Hace como dos años programé una alerta en Google para el título de mi libro, la revista en la que colaboro y mi nombre. El propósito era enterarme si salía alguna nota en prensa. Después de las presentaciones no había recibido absolutamente nada pero la semana pasada recibí una sobre una mención de mi nombre en un sitio que no conocía.
Me intrigó.
Resulta que no era sobre mí, sino sobre alguien que comparte mi mismo nombre. Para la gran mayoría esto no tiene más relevancia, pero para mí sí. Es que tengo un nombre bastante peculiar. Mi apellido es inusual para el país en el que vivo y estoy acostumbrada a deletrearlo todo el tiempo.
Lo hacía igual cuando vivía en otro país.
Incluso la combinación de mi nombre y mi apellido no había aparecido en Google además de mis propias menciones. Por esto estoy acostumbrada a pensar en la combinación de sus sílabas como algo muy íntimo y personal.
Tiene sus ventajas tener un nombre inusual, pero también un enorme problema: perder la capacidad del incógnito: no puedo esconder algo vergonzoso cobijándome en la invisibilidad que un nombre común podría ofrecerme.
Con curiosidad, miedo y rencor visité el sitio. Esperaba descubrir algunas características de mi homónimo para imaginarme esa vida alterna que tiene mi nombre.
Recibí más que eso: había una foto.
Ahora poseo la imagen indeleble que mi alter ego observa cada mañana en el espejo.
Y me entretengo pensando si, a su vez, ella piensa en mí.