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Anoche mis entrañables amigos y yo charlamos y nos reimos hasta la medianoche recordando las grandes influencias de nuestra infancia.
La necesidad que compartimos todos, de recordar y enlazarnos mediante la misma incapacidad de entender de qué se trataba La princesa de los mil años, pero con la certeza de que era un genial y vanguardista. O la obra de arte que era Remi, a pesar de hacer a mi generación propensa a la tragedia y la depresión.
Pensar que tal vez el gusto por la literatura y los libros se la debamos al Tesoro del saber. Y debatir si Mafafa era Musguito o Mosquito (yo digo que era Musguito).
Cantar sin pena Tú la guitarra y yo maracas, o discutir la maravilla de lo incestuoso de las canciones de Pimpinela.
Acordar que La ballena Josefina y Clementine eran casi obras surrealistas.
Saber, que los ochenta estilísticamente podrá haber sido la década más kitsch, pero finalmente, determinante en quienes somos hoy.