Hace días que las moiras hablábamos del cuerpo. Moira y moira escribieron sobre él.
Yo las leí sabiéndome parte de esa reflexión
y rumié sus palabras
aunque las mías todavía no estaban listas para nacer.
El dilema que vivo es no saber si las cicatrices y el dolor físicos son una forma de rencor.
El mundo me pide que deje el pasado en el pasado, me reclama que no acepte mi realidad y siga con el sabor de mi rabia en la boca.
Pero
¿cómo se olvida el dolor que todavía está presente, la carne fibrosa que ha dejado de ser flexible y limita el movimiento?
Hoy creo que el culto de nuestro cuerpo y nuestras heridas no es rencor. Me niego a vivir pretendiendo que este cuerpo es nuevo porque aceptar mi cuerpo es aceptar el dolor y la alegría, el clímax y la rabia.
Todo en uno solo.
Y declaro la fe en mi cuerpo, este cuerpo que año con año me viene quedando mejor, porque lo conozco y lo siento cómodo, lo siento yo y lo siento mío.
Lo amo y lo odio con fervor
sin medias tintas.